domingo, 29 de septiembre de 2013

La posesión exclusiva del error

Estaba leyendo a Borges, pensando en él,
y curiosamente llegué a mirarme, cara a cara, frente a la paradoja de que, pese a ser capaz de leer análisis económicos tan diferentes y encontrados, o no, cómo saberlo, como los de Katz, o de Gambina, o de Zaiat, o Zlotogwiazda, o los de Tigani, e incluso los de algunos de ideología marcadamente liberal tales como JJ Llach,
y desde ahí concluyo en un punto de vista, quizá por mi incapacidad para comprender sus análisis, pero sin duda desde el intento de análisis y la experiencia personal, entonces me sorprendo de que si desde ese lugar puedo definir una personal mirada sobre la realidad,
aún así siempre aparece algún insensato que desde su incomprendido y ampuloso fanatismo pretende negarme el derecho a concluir, a ser,
dándose la risible situación de erguirse en censores virulentos de una parte de la biblioteca, sólo una parte, a tal punto que no puedo evitar imaginarlos quemando en una pira dichos textos herejes junto a quienes los escribieron.


Como si le negáramos a Bill Evans su identidad cuando juega con la magia de otro.
Como si la magia resultante no tuviera la impronta de Bill.


Es gracioso encontrarse con gente que se pretende en la posesión exclusiva del error.





Si el sueño fuera ( como dicen ) una tregua, un puro reposo de la mente, ¿por qué si te despiertan bruscamente, sientes que te han robado una fortuna? ¿Por qué es tan triste madrugar? La hora nos despoja de un don inconcebible, tan íntimo que sólo es traducible en un sopor que la vigilia dora de sueños, que bien pueden ser reflejos truncos de los tesoros de la sombra, de un orbe intemporal que no se nombra y que el día deforma en sus espejos. ¿Quién serás esta noche en el oscuro sueño, del otro lado de su muro?

sábado, 21 de septiembre de 2013

Somos voces de una misma penuria

Una reflexión sobre la cuestión de la inseguridad: escucho/leo comentarios acerca de esto, comprobando que algunos banalizan y otros exageran la cuestión, pero que en general todos se pierden en la selva mediática. Digamos que hay alrededor de unas 2.000 muertes violentas al año, muchas de las cuales son productos de delitos. Números que, como todo el mundo sabe, son similares a los de EEUU, bajos para la región, aunque altísimos comparados con los países europeos.

Sin embargo el problema real de inseguridad en nuestro país, por el que podemos decir que nos están matando, por el que sí estoy angustiado, es el de la inseguridad vial. Los argentinos cuando toman un volante en sus manos se transforman, y se convierten en energúmenos prepotentes, en asesinos despiadados, en depredadores insaciables, toda vez que los cálculos más optimistas dicen que hay cerca de 10.000 muertes al año motivadas en la inseguridad vial, número que muchos sospechan, podría ser aún mayor. Y esto es lo suficientemente grave como para que nos lo tomemos en serio.
En lo personal, salgo a la calle, y no voy agobiado por el acecho de algún ladrón armado, en cambio sí siento en cada esquina la amenaza de los conductores que ponen en riesgo mi integridad física.

Salgamos del túnel mediático, y comencemos a hablar de algo con lo que no es posible que nos hayamos acostumbrado a convivir con naturalidad. No es natural que en un país mueran 40 personas cada 100.000 habitantes por la estupidez, y un número enorme e indeterminado de personas queden rotos para el resto de sus vidas.

Francamente, el dato es contundente: por cada persona que muere a manos de un delincuente otras 10 mueren a mano de un energúmeno al volante.
Y entiendo que debería ser más sencillo que los conductores dejen de asesinar personas a que los delincuentes dejen de hacerlo.




"Seguro de mi vida y de mi muerte, miro los ambiciosos y quisiera entenderlos. Su día es ávido como el lazo en el aire. Su noche es tregua de la ira en el hierro, pronto en acometer. Hablan de humanidad. Mi humanidad está en sentir que somos voces de una misma penuria."
JLB