domingo, 28 de febrero de 2010

¿A quién le pertenece el mundo?

La famosa cita «Imagínate que hay una guerra y nadie va...» se ha atribuido erróneamente a Brecht. Tampoco es de Brecht el poema que comienza: «Primero se llevaron a los comunistas pero a mí no me importó, porque yo no era comunista...» ni tampoco es un poema, es una frase del pastor protestante alemán Martin Niemöller.
Sin embargo hay una cita famosa que él sí pronunció: «Hay hombres que luchan un día y son buenos, otros luchan un año y son mejores, hay quienes luchan muchos años y son muy buenos, pero están los que luchan toda la vida, y esos son los imprescindibles».

Bertolt Brecht nació un 10 de febrero de 1898, en la ciudad de Augsburgo, en Baviera, Alemania. Se formó en las universidades de Munich y Berlín. En 1924, aparece como autor teatral en el Berlín Deutsches Theater, bajo la dirección de Max Reinhardt. Sus primeras obras muestran la influencia del expresionismo, el principal movimiento dramático de la época.

A causa de su oposición al gobierno de Hitler, Brecht se vio forzado a huir de Alemania en 1933, viviendo primero en Escandinavia y estableciéndose finalmente en California en 1941. Fue durante esos años de exilio cuando produjo algunas de sus mejores obras, como La vida de Galileo Galilei.

El Galileo de Brecht es una obra que no termina de encajar en las tesis teatrales del autor. No tenemos un héroe, como es de esperar, sino un conflicto fundamental entre verdad y dogma, entre la retractación y la vida:

ANDREA (en voz alta).— ¡Desgraciada es la tierra que no tiene héroes! (Galilei ha entrado totalmente cambiado por el proceso, casi irreconocible. Espera algunos minutos en la puerta por un saludo. Ya que ésto no ocurre porque sus discípulos lo rehuyen, se dirige hacia adelante, lento e inseguro a causa de su poca vista. Allí encuentra un banco donde se sienta.) No lo quiero ver. Que se vaya.
GALILEI. — No. Desgraciada es la tierra que necesita héroes.


Pero a lo largo de la obra, se percibe que está en juego algo bastante más personal: no pocas veces se ha señalado que Galileo es un cuasi reflejo del propio Brecht.

También es de su autoría esta definición, que debería ser de aprendizaje obligatorio en las escuelas primarias de todo el planeta:



"El peor analfabeto, es el analfabeto político. Él no ve, no habla, no participa de los acontecimientos políticos. Él no sabe que el costo de la vida, el precio del pescado, de la harina, del alquiler, del calzado o del remedio dependen de las decisiones políticas. El analfabeto político es tan burro que se enorgullece e hincha el pecho diciendo que odia la política. No sabe el muy imbécil, que de su ignorancia política nace la prostituta, el menor abandonado, el asaltante y el peor de los bandidos que es el político corrupto y el lacayo de las empresas nacionales y multinacionales”


Desde 1929 muchos músicos y cantantes de renombre, han interpretado el famoso “Bilbao Song”. El músico de jazz Andre Pervin llevó la composición de Weill a las listas de música de EE.UU en 1961. Hizo lo mismo, cantando en francés, la quebequiana Pauline Julien en 1966, y en inglés Andy Williams en 1996 y Marianne Faithfull en 1998. También hay una versión en español, del cantante Víctor Manuel, grabada por su mujer Ana Belén en 1999. ¿Pero estuvo Bertolt Brecht en la capital vizcaína para componer “Bilbao Song”? No hay ninguna referencia, y seguramente todo lo que dice el poema es fruto de la imaginación de Brecht. De cualquier modo, eso no resta importancia al valor del poema. Bilbao y Brecht están unidos para siempre por esta canción.



sábado, 27 de febrero de 2010

La herejía de Alorsa y su guardia

Jorge Pandelucos, más conocido como Alorsa, era el líder del grupo tanguero platense La Guardia Hereje. “Aunque suene raro, me jacto de ser un analfabeto musical. Estudié guitarra y canto apenas seis meses, pero tal vez por eso mismo detecto fácilmente qué es accesible y qué no para el oyente común. Y lo mismo me pasa con las letras”; desde esta claridad, este gran fileteador de la palabra, cantautor popular, tanguero sanguíneo, pibe atorrante de barrio, rufián melancólico e inofensivo chantún argento de bodegón, celoso del viejo tango, y aburrido de la imagen petrificada de Carlitos, con la humildad de los grandes devolvió al tango criollo la modernidad que le faltaba, el dialecto sin maquillaje.

Las canciones son cantadas desde lo más profundo del corazón, con la pasión del barrio, y con el espíritu de las viejos tangos de antaño, pero con letras de temáticas aggionarnadas. Alorsa y La Guardia Hereje, saben plantar batalla en el escenario y dar un show entretenido, en el que prima la conexión con el público y una relación de pícara complicidad.

Alorsa sabía que alguna vez existió el tango, era joven, nuevo, brillante, hasta que el club del clan y un puñado de resentidos lo transformaron en algo antiguo y lejano, en una eterna repetición de fonola rayada. Están pasando cosas. Hoy. Otra vez. Hay quienes en medio de ese caos, como La guardia hereje, con un sonido acústico, moderno y joven, saben cómo hacer que vuelva el tango.



La guardia hereje, nos dice que en argentina existe algo así como el ander, algo roto, desadaptado y desconocido por el resto del mundo, bandas que saturan los garajes, que alimentan cada fin de semana a todas las empresas de fletes de medio pelo y refuerzan las cajas registradoras de avaros bolicheros. Guerreros inclaudicables que rompen sus magras alcancías para grabar demos que las radios privadas no pasarán nunca si no les pagan. Y nosotros le creemos.



Dicen que Alorsa nació en un país que existe al sur del mundo, atado a la cola del barrilete americano. Un país mágico y extraño donde se mezclan la alegría de carnavales paganos y la tristeza de madres gringas que agitan pañuelos frente a barcos que zarpan. Que es pasión y maravilla donde uno no puede ser del todo feliz, pero que no puede abandonarse. Porque los que se van se mueren de nostalgia, ahogados en lágrimas o ahorcados a los cables de los teléfonos para las navidades y los cumpleaños.



Existe desde hace unos años un movimiento de renovación en el tango, de la mano de jóvenes intérpretes y autores que entienden esta música desde un lugar más cercano a la actualidad, con influencias y estilos que provienen de las distintas corrientes tangueras, la murga, el candombe o el rock. “Estamos parados en la milonga, y desde ahí nos movemos hacia ritmos vecinos como el tango, el candombe, la murga, algún aire folclórico y lo que llamamos canciones criollas o rioplatenses, difíciles de encasillar en un género pero que tienen un fuerte dejo regional”, sostenía Alorsa. En este nuevo marco es que debemos ubicar a La Guardia Hereje. Temas propios, tangos nuevos y alternativos para quienes no escuchan el tango tradicional o para quienes esperan de el una continuación agiornada. La guitarra, predominante en el sonido “hereje”, aporta esa calidez que el cantor relaciona con la música más accesible.



La canción que Alorsa compuso y cantó La Guardia Hereje sobre Maradona consigue que se humedezcan los ojos de cualquier persona con un mínimo de sensibilidad al encontrarse cara a cara con el retrato de un hombre que tambalea cuando se enfrenta a sí mismo, porque enfrente tiene a un dios, enorme, imposible de eludir. Es que poco se ha dicho sobre el hombre sufriente, del que la vida le pesa en sus espaldas, sobre la persona real, y quizá lo mejor, lo más humano, lo más cercano al corazón fue esto, que dicen, el mismísimo gordo la escuchó emocionado.



Letras procaces y graciosas, analogías lunfardas que nos dejan maravillados, guitarras fieles al 2 x 4, la murga, milongas y los valsesitos melancólicos. La coherencia la dan las letras originales, simpáticas, profundas y emotivas que interpretan desde una informalidad que lejos de perder el respeto por el público, lo integra y lo sumerge en creíbles climas de intimidad, ironía, humor y risueñas nostalgias.



Era la voz de La Guardia Hereje, un tipo laburante, con huevos y con sueños. Parece que el corazón le falló, justo cuando todos creíamos que nada ni nadie le podía cambiar el ritmo. Y ahora el nuestro, siente ese vacío.
Qué será de nosotros y nuestros sueños ahora. Qué será del tango.
Alorsa, fue un placer y un privilegio.


viernes, 26 de febrero de 2010

Larga noche de piedra de Celso Emilio

Celso Emilio Ferreiro fue un poeta eminentemente social que jamás se dejó llevar por la facilidad de su verbo, un poeta social de una gran hondura trágica. Nació en Celanova, Ourense, el 6 de Enero de 1912.



En 1962, aparece el libro de poesía gallega más leído de la posguerra, Longa noite de pedra, que comienza a circular a través de las más diversas formas. La editorial viguesa que lo había descubierto, Galaxia, no supo, o no quiso, volver a lanzarlo, y penosamente él libro pasó varios años sin difusión normalizada, hasta que El Bardo lo recuperó, en 1967. Para difundirlo en edición bilingüe, que pronto alcanzó cotas insospechadas de difusión, tratándose de un libro de poesía.




Larga noche de piedra

El techo es de piedra.
De piedra son los muros
y las tinieblas.
De piedra el suelo
y las rejas.
Las puertas,
las cadenas,
el aire,
las ventanas,
las miradas,
son de piedra.
Los corazones de los hombres
que a lo lejos acechan,
hechos están
también
de piedra.
Y yo, muriendo
en esta larga noche
de piedra.


Longa noite de pedra

O teito é de pedra.
De pedra son os muros
i as tebras.
De pedra o chan
i as reixas.
As portas,
as cadeas,
o aire,
as fenestras,
as olladas,
son de pedra.
Os corazós dos homes
que ao lonxe espreitan,
feitos están
tamén
de pedra.
I eu, morrendo
nesta longa noite
de pedra.


Celso Emilio Ferreiro, como Gabriel Aresti o Salvador Espriu, es la clase de poeta que aparece en los manuales de lengua y literatura española bajo el epígrafe de ‘Otras literaturas’; a saber: la gallega, catalana y vasca. Un reduccionismo injusto, pues la obra poética de Ferreiro, sobre todo su Longa noite de pedra, recoge las mismas inquietudes sociales, políticas y culturales de sus contemporáneos en lengua castellana.





Irmaus

Camiñan ao meu rente moitos homes.
Non os coñezo. Sonme estranos.

Pero ti, que te alcontras alá lonxe,
máis alá dos desertos e dos lagos,
máis alá das sabanas e das illas,
coma un irmau che falo.

Se é túa a miña noite,
se choran os meus ollos o teu pranto,
se os nosos berros son igoales,
coma un irmau che falo.

Anque as nosas palabras sean distintas,
e ti negro e eu branco,
se temos semellantes as feridas,
coma un irmau che falo.

Por enriba de tódalas fronteiras,
por enriba de muros e valados,
se os nosos soños son igoales,
coma un irmau che falo.

Común temos a patria,
común a loita, ambos.
A miña mau che dou,
coma un irmau che falo.


Hermanos

Caminan a mi lado muchos hombres,
no los conozco, me son extraños.

Pero a ti, que te encuentras allá lejos,
más allá de desiertos y de lagos,
más allá de las sabanas y de las islas,
como a un hermano te hablo.

Si es tuya mi noche,
si lloran tus ojos mi llanto,
si nuestros gritos son iguales,
como a un hermano te hablo.

Aunque nuestras palabras sean distintas
y tu negro y yo blanco,
siendo semejantes nuestras heridas,
como a un hermano te hablo.

Por encima de todas las fronteras,
por encima de muros y balados,
si nuestros sueños son iguales,
como a un hermano te hablo.

Común tenemos la patria,
común la lucha, ambos,
mi mano te doy, mano de hermano
como a un hermano te hablo.


jueves, 25 de febrero de 2010

Carta abierta a los que adjetivan sin pensar

Leo en algunos inefables, risibles, medios de incomunicación masiva de mi querida patria que a los intelectuales que integran el espacio denominado Carta abierta les adjuntan el adjetivo kirchnerista en un mediocre intento descalificador de aquello que son incapaces de refutar. Ante la carencia de argumentos despilfarran adjetivos.

Leo en la entrada de wikipedia.org que los nombre de quienes integran el espacio, son entre otros Juan Gelman, Poeta, Premio Cervantes, David Viñas, Escritor, Guillermo Saccomanno, Escritor, Roberto "Tito" Cossa, Actor y director de teatro, Eduardo "Tato" Pavlovsky, psicoanalista psicoterapeuta y actor, Adriana Puiggrós, Política y pedagoga.

Leo también que en franca confrontación con Carta Abierta se ha creado el Grupo Aurora, integrado entre otros por Félix Luna, Jorge Vanossi, Daniel Sabsay, Marcos Aguinis, Atilio Alterini, Horacio Sanguinetti. La prensa de mi querida patria me cuenta además que Guillermo Rozenwurcel, Juan Tokatlian, Carlos Mundt, Constanza Schibber, Antonio Camou, María Ollier, Federico Merke, conforman la contraparte del espacio, lo que definen como su adversario en el universo de las ideas: se trata del Club Político Argentino.

Toda mi vida estuve más identificado intelectualmente con los integrantes de la primera lista, y sólo respeto a algunos integrantes de las otras.
Y me pregunto: ¿Hace falta explicar por qué?

A mí no, a mí me queda claro.




De paso
(Luis Eduardo Aute)


Decir espera es un crimen,
decir mañana es igual que matar,
ayer de nada nos sirve,
las cicatrices no ayudan a andar.

Sólo morir permanece
como la más inmutable razón,
vivir es un accidente,
un ejercicio de gozo y dolor.

Que no, que no, que el pensamiento
no puede tomar asiento,
que el pensamiento es estar
siempre de paso, de paso, de paso...

Quien pone reglas al juego
se engaña si dice que es jugador,
lo que le mueve es el miedo
de que se sepa que nunca jugó.

La ciencia es una estrategia,
es una forma de atar la verdad
que es algo más que materia,
pues el misterio se oculta detrás.

Hay demasiados profetas,
profesionales de la libertad,
que hacen del aire, bandera,
pretexto inútil para respirar.

En una noche infinita
que va meciendo a este gran ataúd
donde olvidamos que el día
sólo es un punto, un punto de luz.


Leo en la web del espacio: Carta Abierta es un espacio no partidario ni confesional conformado por personas de la cultura, la educación, el periodismo, las ciencias, el cine, las artes, la poesía y la literatura, entre otras disciplinas. Surgió en marzo de 2008, en defensa del gobierno democrático amenazado por el conflicto suscitado por las patronales agropecuarias, y distinguiéndose siempre por la preservación de la libertad de crítica. Se trata, pues, de una iniciativa ciudadana, plural, democrática, horizontal y participativa, que se expresa por medio de su Asamblea y por sus escritos públicos conocidos como Cartas Abiertas. Sus reflexiones, debates y elaboraciones sugieren un novedoso modo de intervención política que también se materializa en Comisiones de Trabajo sobre diversos temas que hacen al interés público.



miércoles, 24 de febrero de 2010

Yo conservo el deber de la memoria

Me van a tener que disculpar. Yo sé que un hombre que pretende ser una persona de bien debe comportarse según ciertas normas, aceptar ciertos preceptos, adecuar su modo de ser a determinadas estipulaciones aceptadas por todos. Seamos más explícitos. Si uno quiere ser un tipo coherente debe medir su conducta, y la de sus semejantes, siempre con la misma idéntica vara. No puede hacer excepciones, pues de lo contrario bastardea su juicio ético, su conciencia crítica, su criterio legítimo.


Uno no puede andar por la vida reprobando a sus rivales y disculpando a sus amigos por el solo hecho de serlo. Tampoco soy tan ingenuo como para suponer que uno es capaz de sustraerse a sus afectos y a sus pasiones, que uno tiene la idoneidad como para sacrificarlos en el altar de una imparcialidad impoluta. Digamos que uno va por ahí intentando no apartarse demasiado del camino debido, tratando de que los amores y los odios no le trastoquen irremediablemente la lógica.

Pero me van a tener que disculpar, señores. Hay un tipo con el que no puedo. Y ojo que lo intento. Me digo: no puede haber excepciones, no debe haberlas. Y la disculpa que requiero de ustedes es todavía mayor, porque el tipo del que hablo no es un benefactor de la humanidad, ni un santo varón, ni un valiente guerrero que ha consolidado la integridad de mi patria. No, nada de eso. El tipo tiene una actividad mucho menos importante, mucho menos trascendente, mucho más profana. Les voy adelantando que el tipo es un deportista. Imagínense, señores. Llevo escritas doscientas sesenta y tres palabras hablando del criterio ético y sus limitaciones, y todo por un simple caballero que se gana la vida pateando una pelota.

Ustedes podrán decirme que eso vuelve mi actitud todavía más reprobable. Tal vez tengan razón. Tal vez por eso he iniciado estas líneas disculpándome.



No obstante, y aunque tengo perfectamente claras esas cosas, no puedo cambiar mi actitud. Sigo siendo incapaz de juzgarlo con la misma vara con la que juzgo al resto de los seres humanos. Y ojo que no sólo no es un pobre muchacho saturado de virtudes. Tiene muchos defectos. Tiene tal vez tantos defectos como quien escribe estas líneas, o como el que más. Para el caso es lo mismo. Pese a todo, señores, sigo sintiéndome incapaz de juzgarlo. Mi juicio crítico se detiene ante él, y lo dispensa.

No es un capricho, cuidado. No es un simple antojo. Es algo un poco más profundo, si me permiten calificarlo de ese modo. Seré más explícito. Yo lo disculpo porque siento que le debo algo. Le debo algo y sé que no tengo forma de pagárselo. O tal vez ésta sea la peculiar moneda que he encontrado para pagarle. Digamos que mi deuda halla sosiego en este hábito de evitar siempre cualquier eventual reproche.

El no lo sabe, cuidado. Así que mi pago es absolutamente anónimo. Como anónima es la deuda que con él conservo. Digamos que él no sabe que le debo, e ignora los ingentes esfuerzos que yo hago una vez y otra por pagarle.

Por suerte o por desgracia, la oportunidad de ejercitar este hábito se me presenta a menudo. Es que hablar de él, entre los argentinos, es casi uno de nuestros deportes nacionales. Para ensalzarlo hasta la estratosfera, o para condenarlo a la parrilla perpetua de los infiernos. Los argentinos gustamos, al parecer, de convocar su nombre y su memoria. Ahí es cuando yo trato de ponerme serio y distante, pero no lo logro. El tamaño de mi deuda se me impone. Y cuando me invitan a hablar prefiero esquivar el bulto, cambiar de tema, ceder mi turno en el ágora del café a la tardecita. No se trata tampoco de que yo me ubique en el bando de sus perpetuos halagadores, nada de eso. Evito tanto los elogios superlativos y rimbombantes como los dardos envenenados y traicioneros. Además con el tiempo he visto a más de uno cambiar del bando de los inquisidores al de los plañideros aplaudidores, y viceversa, sin que se les mueva un pelo. Y ambos bandos me parecen absolutamente detestables, por cierto.

Por eso yo me quedo callado, o cambio de tema. Y cuando a veces alguno de los muchachos no me lo permite, porque me acorrala con una pregunta directa, que cruza el aire llevando específicamente mi nombre, tomo aire, hago como que pienso y digo alguna sandez al estilo de y, no sé, habría que pensarlo; o tal vez arriesgo un vaya uno a saber, son tantas cosas para tener en cuenta;. Es que tengo demasiado pudor como para explayarme del modo en que aquí lo hago. Y soy incapaz de condenar a mis amigos al tórrido suplicio de escuchar mis argumentos y mis justificaciones para ellos.

Por empezar les tendría que decir que la culpa de todo la tiene el tiempo. Sí, como lo escuchan, el tiempo. El tiempo que se empeña en transcurrir, cuando a veces debería permanecer detenido. El tiempo que nos hace la guachada de romper los momentos perfectos, inmaculados, inolvidables, completos. Porque si el tiempo se quedase ahí, inmortalizando a los seres y a las cosas en su punto justo, nos libraría de los desencantos, de las corrupciones, de las ínfimas traiciones tan propias de nosotros, los mortales. Y en realidad es por ese carácter tan defectuoso del tiempo que yo me comporto como la hago. Como un modo de subsanar, en mis modestos alcances esas barbaridades injustas que el tiempo nos hace. En cada ocasión en la que mencionan su nombre, en cada oportunidad en la cual me invitan al festín de adorarlo y denostarlo, yo me sustraigo a este presente absolutamente profano, y con la memoria que el ser humano conserva para los hechos esenciales me remonto a ese día, al día inolvidable en el que me vi obligado a sellar este pacto que, hasta el presente, he mantenido en secreto. Digamos que mi memoria es el salvoconducto para volver el tiempo al lugar cristalino del que no debió moverse, porque era el exacto lugar en que merecía detenerse para siempre, por lo menos para el fútbol, para él y para mí.

Porque la vida es así, a veces se combina para alumbrar momentos como ése. Instantes después de los cuales nada vuelve a ser como era. Porque no puede. Porque todo ha cambiado demasiado. Porque por la piel y por los ojos nos ha entrado algo de lo cual nunca vamos a lograr desprendernos. Esa mañana habrá sido como todas. El mediodía también. Y la tarde arranca, en apariencia, como tantas otras. Una pelota y veintidós tipos. Y otros millones de tipos comiéndose los codos delante de la tele, en los puntos más distantes del planeta.

Pero ojo, que esa tarde es distinta. No es un partido. Mejor dicho: no es sólo un partido. Hay algo más. Hay mucha rabia, y mucho dolor, y mucha frustración acumulada en todos esos tipos que miran la tele. Son emociones que no nacieron por el fútbol. Nacieron en otro lado. En un sitio mucho más terrible, mucho más hostil, mucho más irrevocable. Pero a nosotros, a los de acá, no nos cabe otra que contestar en una cancha, porque no tenemos otro sitio, porque somos pocos, estamos solos, porque somos pobres. Pero ahí está la cancha, el fútbol, y son ellos o nosotros. Y si somos nosotros el dolor no va a desaparecer, ni la humillación ha de terminarse. Pero si son ellos. Ay, si son ellos. Si son ellos la humillación va a ser todavía más grande, más dolorosa, más intolerable. Vamos a tener que quedarnos mirándonos las caras, diciéndonos en silencio “te das cuenta, ni siquiera aquí, ni siquiera esto se nos dio a nosotros”. Así que están ahí los tipos. Los once tuyos y los once de ellos. Es fútbol, pero es mucho más que fútbol. Porque cuatro años es muy poco tiempo como para que te amaine el dolor y se te apacigüe la rabia. Por eso no es sólo fútbol.

Y con semejantes antecedentes de tarde borrascosa, con semejante prólogo de tragedia, va ese tipo y se cuelga para siempre del cielo de los nuestros. Porque se planta enfrente de los contrarios y los humilla. Porque los roba. Porque delante de sus ojos los afana. Y, aunque sea, les devuelve ese afano por el otro, por el más grande, por el infinitamente más enorme y ultrajante. Porque aunque nada cambie allá están ellos, en sus casas y en sus calles, en sus pubs, queriéndose comer las pantallas de pura rabia, de pura impotencia de que el tipo salga corriendo mirando de reojito al árbitro que se compra el paquete y marca el medio.

Hasta ahí, eso sólo ya es historia. Ya parece suficiente. Porque le robaste algo al que te afanó primero. Y aunque lo que él te robó te duele más, vos te regodeás porque sabés que esto, igual, le duele. Pero hay más. Aunque uno desde acá diga “bueno, es suficiente, me doy por hecho”, hay más. Porque el tipo, además de piola es un artista. Es mucho más que los otros.

Arranca desde el medio, desde su campo, para que no queden dudas de que lo que está por hacer no lo ha hecho nadie. Y aunque va de azul, va con la bandera. La lleva en una mano, aunque nadie la vea. Empieza a desparramarlos para siempre. Y los va liquidando uno por uno, moviéndose al calor de una música que ellos, pobres giles, no entienden. No sienten la música, pero van sintiendo un vago escozor, algo que les dice que se les viene la noche. Y el tipo sigue adelante. Para que empiecen a no poder creerlo. Para que no se lo olviden nunca. Para que allá lejos los tipos dejen la cerveza y cualquier otra cosa que tengan en la mano. Para que se queden con la boca abierta y la expresión de tontos, pensando que no, que no va a suceder, que alguno lo va a parar, que ese morochito vestido de azul y de argentino no va a entrar al área con la bola mansita a su merced, que alguien va a hacer algo antes de que le amague al arquero y lo sortee por afuera, de que algo va a pasar para poner en orden la historia y las cosas sean como Dios y la reina mandan, porque en el fútbol tiene que ser como en la vida, donde los que llevan las de ganar ganan, y los que llevan las de perder pierden. Se miran entre ellos y le piden al de al lado que los despierte de la pesadilla. Pero no hay caso, porque ni siquiera cuando el tipo les regala una fracción de segundo más, cuando el tipo aminora el vértigo para quedar de nuevo bien parado de zurdo, ni siquiera entonces van a evitar entrar en la historia como los humillados, los once ingleses despatarrados e incrédulos, los millones de ingleses mirando la tele sin querer creer lo que saben que es verdad para siempre, porque ahí va la bola a morirse en la red para toda la eternidad, y el tipo va a abrazarse con todos y a levantar luego los ojos hacia el cielo. Y hace bien en mirar al cielo, porque no sé si sabe, pero ahí están todos, todos los que no pueden mirarlo por la tele ni comerse los codos.



Porque el afano estaba bien, pero era poco. Porque el afano de ellos era demasiado grande. Así que faltaba humillarlos por las buenas. Inmortalizarlos para cada ocasión en que ese gol volviese a verse una vez y otra vez y para siempre en cada rincón del mundo. Ellos volviendo a verse una y mil veces hasta el cansancio en las repeticiones incrédulas. Ellos pasmados, ellos llegando tarde al cruce, ellos viéndolo todo desde el piso, ellos hundiéndose definitivamente en la derrota, en la derrota pequeña y futbolera y absoluta y eterna e inolvidable. Así que, señores, lo lamento. Pero no me jodan con que lo mida con la misma vara con la que suponen debo juzgar a los demás mortales. Porque yo le debo esos dos goles a Inglaterra. Y el único modo que tengo de agradecérselo es dejarlo en paz con sus cosas. Porque, ya que el tiempo cometió la estupidez de seguir transcurriendo, ya que optó por dejar que los ingleses tuvieran todavía los otros días de su vida para tratar de olvidarse de ese, al menos yo debo tener la honestidad de recordarlo para toda la vida.


Eduardo Sacheri, nació en Buenos Aires en 1967, es profesor y licenciado en Historia, y ejerce la docencia universitaria y secundaria. Comenzó a escribir cuentos a mediados de la década del '90.

Sus primeros relatos futboleros encontraron una amplia audiencia gracias a la difusión que de ellos hizo Alejandro Apo en su programa “Todo con afecto”, que se emitía por Radio Continental.

Publicó los relatos de Esperándolo a Tito y otros cuentos de fútbol, editado en España como Los traidores y otros cuentos (2000), Te conozco, Mendizábal y otros cuentos (2001), Lo raro empezó después, cuentos de fútbol y otros relatos (2004), Un viejo que se pone de pie y otros cuentos (2007), y las novelas El secreto de sus ojos (publicada originalmente en 2005 con el título La pregunta de sus ojos) y Aráoz y la verdad (2008).

El secreto de sus ojos fue llevada al cine de la mano del director Juan José Campanella y ha cosechado numerosos premios.

martes, 23 de febrero de 2010

Tom Jobim, cuando una sola nota alcanza para hacer magia

Compuesta por Tom Jobim, quien está considerado una leyenda de la bossa nova y de la música brasileña en general y sin duda fue una de las personalidades más deslumbrantes de la música contemporánea, a modo de queja sarcástica y burlona, así como Desafinado, su sentido primario fue contestar cantando a los críticos de la bossa nova de manera diplomática y con hechos, hacer más bossa nova.

Con sencillez se puede hacer magia cuando se tiene lo que hay que tener: talento. Y así como Desafinando, fue tomada como propia y elevada a la maravillosa categoría de standard del jazz por los mayores y mejores representantes del género.



Tom Jobim, nació con el nombre de Antônio Carlos Brasileiro de Almeida Jobim en Río de Janeiro el 25 de enero de 1927, fue un compositor, cantante, guitarrista y pianista de bossa nova. Sus primeros pasos musicales los dio con una mezcla de samba, jazz y música afro-americana que se tocaba en los locales de Copacabana y qué más tarde se llamó bossa nova. Su aportación a éste estilo fue tan importante, que llegó a ser su máximo representante.



Fruto del trabajo junto a Vinicius de Moraes surgió uno de sus mayores éxitos, La Chica de Ipanema (1962). Este tema es uno de los iconos de Brasil, el que mejor escenifica la belleza de la playa de Ipanema y la hermosura de las mujeres que por ella pasean. Fue cuando Stan Getz consiguió un sorprendente éxito con su tema Desafinado; un año después, Jobim y varios músicos brasileños más fueron invitados a participar en un espectáculo en el Carnegie Hall, donde es estrenada Garota de Ipanema (The Girl from Ipanema), y por ende, el éxito de la música brasileña. En la década de los sesenta viajó a Estados Unidos, dónde grabó algunos de sus mejores trabajos, Wave, Tide y Stone Flower.



Considerado como uno de los grandes exponentes de la música brasileña, Jobim es el artista que internacionaliza la bossa nova y, con la ayuda de importantes artistas estadounidenses, la fusiona con el jazz para crear en los años sesenta un nuevo sonido cuyo éxito popular fue muy destacable. Jobim está considerado como uno de los grandes compositores de música popular del siglo XX.



Fue posiblemente la de Coleman "Halcón Hawkins" una de las mejores versiones de Samba de una nota sola, de la que aquí les dejo un enlace a un vídeo en youtube que por una de esas misteriosas solicitudes que a saber quién las hace, se ha deshabilitado la opción de insertarla aquí.


El estilo del bebop o bob del que el trompetista nacido en Cheraw, Carolina del Sur, Estados Unidos, un 21 de octubre de 1917, Dizzy Gillespie, fue uno de sus creadores, y se caracteriza por el fraseo asimétrico, el cromatismo y las combinaciones de motivos breves, a modo de exclamación, con líneas largas y veloces, también la ha versionado maravillosamente:



Empujada por las canciones de Jobim, la bossa nova se convirtió en un éxito internacional, y los músicos de jazz se acercaron a ella, grabándose númerosos discos hasta agotar su tirón comercial a finales de los años sesenta. Como hiciera la primera dama de la canción con esta sencilla y genial samba:




Tom Jobim, nos demuestra con maestría, que para hacer magia, alcanza con unas pocas notas, cuando se tiene el arte y la sensibilidad necesarias.


lunes, 22 de febrero de 2010

Descubriendo cómo descubrimos los tesoros

Esto es lo que google nos cuenta acerca de cómo reciben en el cyberespacio los tesoros en otro tiempo sumergidos en Internet, con pericia descubiertos y amablemente expuestos aquí.













domingo, 21 de febrero de 2010

Eduardo Galeano, entre el delirio y los sueños

El Sistema

Los funcionarios no funcionan.
Los políticos hablan pero no dicen.
Los votantes votan pero no eligen.

Los medios de información desinforman.
Los centros de enseñanza enseñan a ignorar.

Los jueces condenan a las víctimas.
Los militares están en guerra contra sus compatriotas.
Los policías no combaten los crímenes, porque están ocupados en cometerlos.

Las bancarrotas se socializan, las ganancias se privatizan.
Es más libre el dinero que la gente.
La gente está al servicio de las cosas.

El libro de los abrazos




Aunque no podemos adivinar el tiempo que será, sí que tenemos, al menos, el derecho de imaginar el que queremos que sea. En 1948 y en 1976, las Naciones Unidas proclamaron extensas listas de derechos humanos; pero la inmensa mayoría de la humanidad no tiene más que el derecho de ver, oír y callar. ¿Qué tal si empezamos a ejercer el jamás proclamado derecho de soñar? ¿Qué tal si deliramos, por un ratito? Vamos a clavar los ojos más allá de la infamia, para adivinar otro mundo posible:

el aire estará limpio de todo veneno que no venga de los miedos humanos y de las humanas pasiones;

en las calles, los automóviles serán aplastados por los perros;

la gente no será manejada por el automóvil, ni será programada por la computadora, ni será comprada por el supermercado, ni será mirada por el televisor;

el televisor dejará de ser el miembro más importante de la familia, y será tratado como la plancha o el lavarropas;

la gente trabajará para vivir, en lugar de vivir para trabajar;

se incorporará a los códigos penales el delito de estupidez, que cometen quienes viven por tener o por ganar, en vez de vivir por vivir nomás, como canta el pájaro sin saber que canta y como juega el niño sin saber que juega;

en ningún país irán presos los muchachos que se nieguen a cumplir el servicio militar, sino los que quieran cumplirlo;

los economistas no llamarán nivel de vida al nivel de consumo, ni llamarán calidad de vida a la cantidad de cosas;

los cocineros no creerán que a las langostas les encanta que las hiervan vivas;

los historiadores no creerán que a los países les encanta ser invadidos;

los políticos no creerán que a los pobres les encanta comer promesas;

la solemnidad se dejará de creer que es una virtud, y nadie tomará en serio a nadie que no sea capaz de tomarse el pelo;

la muerte y el dinero perderán sus mágicos poderes, y ni por defunción ni por fortuna se convertirá el canalla en virtuoso caballero;

nadie será considerado héroe ni tonto por hacer lo que cree justo en lugar de hacer lo que más le conviene;

el mundo ya no estará en guerra contra los pobres, sino contra la pobreza, y la industria militar no tendrá más remedio que declararse en quiebra;

la comida no será una mercancía, ni la comunicación un negocio, porque la comida y la comunicación son derechos humanos;

nadie morirá de hambre, porque nadie morirá de indigestión;

los niños de la calle no serán tratados como si fueran basura, porque no habrá niños de la calle;

los niños ricos no serán tratados como si fueran dinero, porque no habrá niños ricos;

la educación no será el privilegio de quienes puedan pagarla;

la policía no será la maldición de quienes no puedan comprarla;

la justicia y la libertad, hermanas siamesas condenadas a vivir separadas, volverán a juntarse, bien pegaditas, espalda contra espalda;

una mujer, negra, será presidenta de Brasil y otra mujer, negra, será presidenta de los Estados Unidos de América; una mujer india gobernará Guatemala y otra, Perú;

en Argentina, las locas de Plaza de Mayo serán un ejemplo de salud mental, porque ellas se negaron a olvidar en los tiempos de la amnesia obligatoria;

la Santa Madre Iglesia corregirá las erratas de las tablas de Moisés, y el sexto mandamiento ordenará festejar el cuerpo;

la Iglesia también dictará otro mandamiento, que se le había olvidado a Dios: «Amarás a la naturaleza, de la que formas parte»;

serán reforestados los desiertos del mundo y los desiertos del alma;

los desesperados serán esperados y los perdidos serán encontrados, porque ellos son los que se desesperaron de tanto esperar y los que se perdieron de tanto buscar;

seremos compatriotas y contemporáneos de todos los que tengan voluntad de justicia y voluntad de belleza, hayan nacido donde hayan nacido y hayan vivido cuando hayan vivido, sin que importen ni un poquito las fronteras del mapa o del tiempo;

la perfección seguirá siendo el aburrido privilegio de los dioses; pero en este mundo chambón y jodido, cada noche será vivida como si fuera la última y cada día como si fuera el primero.


sábado, 20 de febrero de 2010

Lágrimas que nos ahogan allende los mares


Quinquela Martín - Viejo Puente de Barracas


El árbol que tú olvidaste
(Atahualpa Yupanqui)

El árbol que tú olvidaste
siempre se acuerda de ti,
y le pregunta a la noche
si serás o no feliz.

El arroyo me ha contado
que el árbol suele decir:
quien se aleja junta quejas
en vez de quedarse aquí.

Al que se va por el mundo
suele sucederle así.
Que el corazón va con uno
y uno tiene que sufrir,
y el árbol que tú olvidaste
siempre se acuerda de ti.

Arbolito de mi tierra
yo te quisiera decir
que lo que a muchos les pasa
también me ha pasado a mí.

No quiero que me lo digan
pero lo tengo que oír:
quien se aleja junta quejas
en vez de quedarse aquí.




Porque me duele si me quedo,
pero me muero si me voy,
por todo y a pesar de todo
mi amor yo quiero vivir en vos.

Por tu decencia de vidala
y por tu escándalo de sol.
Por tu verano con jazmines
mi amor yo quiero vivir en vos.

Porque el idioma de infancia
es un secreto entre los dos.
Porque le diste reparo
al desarraigo de mi corazón.

Por tus antiguas rebeldías
y por la edad de tu dolor.
Por tu esperanza interminable
mi amor yo quiero vivir en vos.

Para sembrarte de guitarras,
para cuidarte en cada flor
y odiar a los que te castigan,
mi amor yo quiero vivir en vos.

Porque el idioma de infancia
es un secreto entre los dos.
Porque le diste reparo
al desarraigo de mi corazón.

Porque me duele si me quedo,
pero me muero si me voy,
por todo y a pesar de todo
mi amor yo quiero vivir en vos.




Dicen que existe un país al sur del mundo, atado a la cola del barrilete americano. Un país mágico y extraño donde se mezclan la alegría de carnavales paganos y la tristeza de madres gringas que agitan pañuelos frente a barcos que zarpan.

Un país que es pasión y maravilla donde uno no puede ser del todo feliz, pero que no puede abandonarse. Porque los que se van se mueren de nostalgia, ahogados en lágrimas o ahorcados a los cables de los teléfonos para las navidades y los cumpleaños.

Te acompañan hasta ezeiza, arrastrando los bagayos, adonde vas?
Con la facha reciclada, ciudadanía cambiada, adonde vas?

Navidades extranjeras buscando en la billetera la foto que más querés
Viendo goles de argentina a las 3 de la matina por deportes CNN
Los viejos y los muchachos los dejás buscando un cacho de confort a fin de mes
Y los mangos que amarroques los vas a gastar en viaje para venirlos a ver
La valija con recuerdos, no entra el patio del colegio ni el fulbete de las diez
No entra el alma de tu abuelo, la quinta y el gallinero, el horno y el almacén

Síndrome dulce de leche, contrabandista de yerba y postales en inglés
Allá te dicen sudaca, acá te decimos negro nada más que por joder.


viernes, 19 de febrero de 2010

Julio Cortazar, destripando sus cronopios y sus famas

Viajes
Cuando los famas salen de viaje, sus costumbres al pernoctar en una ciudad son las siguientes: Un fama va al hotel y averigua cautelosamente los precios, la calidad de las sábanas y el color de las alfombras. El segundo se traslada a la comisaría y labra un acta declarando los muebles e inmuebles de los tres, así como el inventario del contenido de sus valijas. El tercer fama va al hospital y copia las listas de los médicos de guardia y sus especialidades.
Terminadas estas diligencias, los viajeros se reúnen en la plaza mayor de la ciudad, se comunican sus observaciones, y entran en el café a beber un aperitivo. Pero antes se toman de las manos y danzan en ronda. Esta danza recibe el nombre de "Alegría de los famas".
Cuando los cronopios van de viaje, encuentran los hoteles llenos, los trenes ya se han marchado, llueve a gritos, y los taxis no quieren llevarlos o les cobran precios altísimos. Los cronopios no se desaniman porque creen firmemente que estas cosas les ocurren a todos, y a la hora de dormir se dicen unos a otros: "La hermosa ciudad, la hermosísima ciudad". Y sueñan toda la noche que en la ciudad hay grandes fiestas y que ellos están invitados. Al otro día se levantan contentísimos, y así es como viajan los cronopios.
Las esperanzas, sedentarias, se dejan viajar por las cosas y los hombres, y son como las estatuas que hay que ir a verlas porque ellas ni se molestan.


Comercio
Los famas habían puesto una fábrica de mangueras, y emplearon a numerosos cronopios para el enrollado y depósito. Apenas los cronopios estuvieron en el lugar del hecho, una grandísima alegría. Había mangueras verdes, rojas, azules, amarillas y violetas. Eran transparentes y al ensayarlas se veía correr el agua con todas sus burbujas y a veces un sorprendido insecto. Los cronopios empezaron a lanzar grandes gritos, y querían bailar tregua y bailar catala en vez de trabajar. Los famas se enfurecieron y aplicaron en seguida los artículos 21, 22 y 23 del reglamento interno. A fin de evitar la repetición de tales hechos.
Como los famas son muy descuidados, los cronopios esperaron circunstancias favorables y cargaron muchísimas mangueras en un camión. Cuando encontraban una niña, cortaban un pedazo de manguera azul y se la obsequiaban para que pudiese saltar a la manguera. Así en todas las esquinas se vieron nacer bellísimas burbujas azules transparentes, con una niña adentro que parecía una ardilla en su jaula. Los padres de la niña aspiraban a quitarle la manguera para regar el jardín, pero se supo que los astutos cronopios las habían pinchado de modo que el agua se hacía pedazos en ellas y no servía para nada. Al final los padres se cansaban y la niña iba a la esquina y saltaba y saltaba.
Con las mangueras amarillas los cronopios adornaron diversos monumentos, y con las mangueras verdes tendieron trampas al modo africano en pleno rosedal, para ver cómo las esperanzas caían una a una. Alrededor de las esperanzas caídas los cronopios bailaban tregua y bailaban catala, y las esperanzas les reprochaban su acción diciendo así:
¡Crueles cronopios cruentos!. ¡Crueles!
Los cronopios, que no deseaban ningún mal a las esperanzas, las ayudaban a levantarse y les regalaban pedazos de manguera roja. Así las esperanzas pudieron ir a sus casas y cumplir el más intenso de sus anhelos: regar los jardines verdes con mangueras rojas.
Los famas cerraron la fábrica y dieron un banquete lleno de discursos fúnebres y camareros que servían el pescado en medio de grandes suspiros. Y no invitaron a ningún cronopio, y solamente a las esperanzas que no habían caído en las trampas del rosedal, porque las otras se habían quedado con pedazos de manguera y los famas estaban enojados con esas esperanzas.

El almuerzo
No sin trabajo un cronopio llegó a establecer un termómetro de vidas. Algo entre termómetro y topómetro, entre fichero y curriculum vitae.
Por ejemplo, el cronopio en su casa recibía a un fama, una esperanza y un profesor de lenguas. Aplicando sus descubrimientos estableció que el fama era infra-vida, la esperanza para-vida, y el profesor de lenguas inter-vida. En cuanto al cronopio mismo, se consideraba ligeramente super-vida, pero más por poesía que por verdad. A la hora del almuerzo este cronopio gozaba en oír hablar a sus contertulios, porque todos creían estar refiriéndose a las mismas cosas y no era así. La inter-vida manejaba abstracciones tales como espíritu y conciencia, que la para-vida escuchaba como quien oye llover tarea delicada. Por supuesto la infra-vida pedía a cada instante el queso rallado, y la super-vida trinchaba el pollo en cuarenta y dos movimientos, método Stanley-Fitzsmmons. A los postres las vidas se saludaban y se iban a sus ocupaciones, y en la mesa quedaban solamente pedacitos sueltos de la muerte.

Instrucciones para dar Cuerda al Reloj
Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente un reloj, que los cumplas muy felices, y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con ancora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te ataras a la muñeca y pasearas contigo. Te regalan -no lo saben, lo terrible es que no lo saben-, te regalan un nuevo pedazo fragil y precario de tí mismo, algo que es tuyo, pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgandose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de a atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia a comparar tu reloj con los demas relojes. No te regalan un reloj, tu eres el regalado, a tí te ofrecen para el cumpleaños del reloj.

Allá al fondo está la muerte, pero no tenga miedo. Sujete el reloj con una mano, tome con dos dedos la llave de la cuerda, remóntela suavemente. Ahora se abre otro plazo, los árboles despliegan sus hojas, las barcas corren regatas, el tiempo como un abanico se va llenando de sí mismo y de él brotan el aire, las brisas de la tierra, la sombra de una mujer, el perfume del pan. ¿Qué más quiere, qué más quiere? Atelo pronto a su muñeca, déjelo latir en libertad, imítelo anhelante. El miedo herrumbra las áncoras, cada cosa que pudo alcanzarse y fue olvidada va corroyendo las venas del reloj, gangrenando la fría sangre de sus rubíes. Y allá en el fondo está la muerte si no corremos y llegamos antes y comprendemos que ya no importa.

Inconvenientes en los servicios públicos
Vea lo que pasa cuando se confía en los cronopios. Apenas lo habían nombrado Director General de Radiodifusión, este cronopio llamó a unos traductores de la calle San Martín y les hizo traducir todos los textos, avisos y canciones al rumano, lengua no muy popular en la Argentina.
A las ocho de la mañana los famas empezaron a encender sus receptores, deseosos de escuchar los boletines así como los anuncios del Geniol y del Aceite Cocinero que es de todos el primero. Y los escucharon, pero en rumano, de modo que solamente entendían la marca del producto. Profundamente asombrados, los famas sacudían los receptores pero todo seguía en rumano, hasta el tango Esta noche me emborracho, y el teléfono de la Dirección General de Radiodifusión estaba atendido por una señorita que contestaba en rumano a las clamorosas reclamaciones, con lo cual se fomentaba una confusión padre.
Enterado de esto el Superior Gobierno mandó fusilar al cronopio que así mancillaba las tradiciones de la patria. Por desgracia el pelotón estaba formado por cronopios conscriptos, que en vez de tirar sobre el ex Director General lo hicieron sobre la muchedumbre congregada en la Plaza de Mayo, con tan buena puntería que bajaron a seis oficiales de marina y a un farmacéutico. Acudió un pelotón de famas, el cronopio fue debidamente fusilado, y en su reemplazo se designó a un distinguido autor de canciones folklóricas y de un ensayo sobre la materia gris. Este fama restableció el idioma nacional en la radiotelefonía, pero pasó que los famas habían perdido la confianza y casi no encendían los receptores. Muchos famas, pesimistas por naturaleza, habían comprado diccionarios y manuales de rumano, así como vidas del rey Carol y de la señora Lupescu. El rumano se puso de moda a pesar de la cólera del Superior Gobierno, y a la tumba del cronopio iban furtivamente delegaciones que dejaban caer sus lágrimas y sus tarjetas donde proliferaban nombres conocidos en Bucarest, ciudad de filatelistas y atentados.


La foto salió movida
Un cronopio va a abrir la puerta de calle, y al meter la mano en el bolsillo para sacar la llave lo que saca es una caja de fósforos, entonces este cronopio se aflige mucho y empieza a pensar que si en vez de la llave encuentra los fósforos, sería horrible que el mundo se hubiera desplazado de golpe, y a lo mejor si los fósforos están donde la llave, puede suceder que encuentre la billetera llena de fósforos, y la azucarera llena de dinero, y el piano lleno de azúcar, y la guía del teléfono llena de música, y el ropero lleno de abonados, y la cama llena de trajes, y los floreros llenos de sábanas, y los tranvías llenos de rosas, y los campos llenos de tranvías. Así es que este cronopio se aflige horriblemente y corre a mirarse al espejo, pero como el espejo esta algo ladeado lo que ve es el paragüero del zaguán, y sus presunciones se confirman y estalla en sollozos, cae de rodillas y junta sus manecitas no sabe para que. Los famas vecinos acuden a consolarlo, y también las esperanzas, pero pasan horas antes de que el cronopio salga de su desesperación y acepte una taza de té, que mira y examina mucho antes de beber, no vaya a pasar que en vez de una taza de té sea un hormiguero o un libro de Samuel Smiles.



Este breve cuento es en el fondo una historia de cronopios, solo que aquí el cronopio tiene un nombre, sin hablar de un calentador Primus y otras cosas, se llama Las buenas inversiones.

Gómez es un hombre modesto y borroso que sólo le pide a la vida un pedacito bajo el sol, el diario con noticias exaltantes y un choclo hervido con poca sal pero, eso sí, con bastante manteca. A nadie le puede extrañar entonces que apenas haya reunido la edad y el dinero suficientes este sujeto se traslade al campo, busque una región de colinas agradables y pueblecitos inocentes y se compre un metro cuadrado de tierra para estar lo que se dice en su casa. Esto del metro cuadrado puede parecer raro y lo sería en condiciones ordinarias, es decir sin Gómez y sin Literio. Como a Gómez no le interesa más que un pedacito de tierra donde instalar su reposera verde y sentarse a leer el diario y a hervir su choclo con ayuda de un calentador Primus, sería difícil que alguien le vendiera un metro cuadrado, porque, en realidad, nadie tiene un metro cuadrado sino muchísisimos metros cuadrados, y vender un metro cuadrado en mitad o al extremo de los otros metros cuadrados plantea problemas de catastro, de convivencia, de impuestos y además, es ridículo y no se hace, qué tanto. Y cuando Gómez, llevando la reposera con el Primus y los choclos empieza a desanimarse después de haber recorrido gran parte de los valles y las colinas, se descubre que Literio tiene entre dos terrenos justo un rincón que mide un metro cuadrado y que por hallarse entre dos solares comprados en épocas diferentes posee una especie de personalidad propia, aunque en apariencia no sea más que un montón de pasto con un cardo apuntando hacia el norte. El notario y Literio se mueren de risa durante la firma de la escritura, pero dos días después, Gómez ya está instalado en su terreno en el que pasa todo el día leyendo y comiendo hasta que al atardecer regresa al hotel del pueblo donde tiene alquilada una buena habitación, porque Gómez será loco pero nada idiota, y eso hasta Literio y el notario están prontos a reconocer, con lo cual el verano en los valles va pasando agradablemente aunque de cuando en cuando hay turistas que han oído hablar del asunto y se asoman para mirar a Gómez leyendo en su reposera. Una noche un turista venezolano se anima a preguntarle a Gómez por quó ha comprado solamente un metro cuadrado de tierra y para qué puede servir esa tierra, a parte de colocar la reposera, en tanto el turista venezolano como los otros estupefactos contertulios, escuchan esta respuesta: Usted parece ignorar que la propiedad de un terreno se extiende desde de la superficie hasta el centro de la tierra: ¡Calcule entonces!.- Nadie calcula, pero todos tienen la visión de un pozo cuadrado que baja, baja y baja hasta no se sabe dónde y de alguna manera eso parece más importante que cuando se tienen trece hectáreas y se tiene que imaginar un agujero de semejante superficie que baje, baje y baje. Por eso, cuando los ingenieros llegan tres semanas depués, todo el mundo se da cuenta que el venezolano no se ha tragado la píldora y ha sospechado el secreto de Gómez, o sea, que en esta zona debe haber petróleo. Literio es el primero en permitir que le arruinen sus campos de alfalfa y girasol con insensatas perforaciones que llenan la atmósfera de malsanos humos, los demas propietarios perforan noche y día en todas partes y hasta se da el caso de una pobre señora que, entre grandes lágrimas, tiene que correr la cama de tres generaciones de honestos labriegos, porque los ingenieros han localizado una zona neurálgica en el mismo medio del dormitorio. Gómez observa de lejos las operaciones, sin preocuparse mayor cosa aunque el ruido de las máquinas lo distrae de las noticias del diario. Por supuesto, nadie le ha dicho algo sobre su terreno y él no es hombre curioso y sólo contesta cuando le hablan, por eso responde que no cuando el emisario del consorcio petrolero venezolano se confiesa vencido y va a verlo para que le venda el metro cuadrado, el emisario tiene órdenes de comprar a cualquier precio y empieza a mencionar cifras que suben a razón de cinco mil dólares por minuto, con lo cual al cabo de tres horas, Gómez pliega la reposera, guarda el Primus y el choclo en la valijita y firma un papel que lo convierte en el hombre más rico del país, siempre y cuando se encuentre petróleo en su terreno, cosa que ocurre justamente una semana más tarde, en forma de un chorro que deja empapada a la familia de Literio y a todas las gallinas de la zona. Gómez, que está muy sorprendido se vuelve a la ciudad donde comenzó su existencia y se compra un departamento en el piso más alto de un rascacielos, pues ahí hay una terraza a pleno sol para leer el diario y hervir el choclo sin que vengan a distraerlo venezolanos sabiesos ni gallinas tejidas de negro con la indignación que siempre manifiestan estos animales cuando se les rocía con petróleo bruto.



Un hombre vendía gritos y palabras, y le iba bien, aunque encontraba mucha gente que discutía los precios y solicitaba descuentos. El hombre accedía casi siempre, y así pudo vender muchos gritos de vendedores callejeros, algunos suspiros que le compraban señoras rentistas, y palabras para consignas, eslóganes, membretes y falsas ocurrencias.
Por fin el hombre supo que había llegado la hora y pidió audiencia al tiranuelo del país, que se parecía a todos sus colegas y lo recibió rodeado de generales, secretarios y tazas de café. -Vengo a venderle sus últimas palabras -dijo el hombre-. Son muy importantes porque a usted nunca le van a salir bien en el momento, y en cambio le conviene decirlas en el duro trance para configurar fácilmente un destino histórico retrospectivo. -Traducí lo que dice- mando el tiranuelo a su interprete. -Habla en argentino, Excelencia. -¿En argentino? ¿Y por qué no entiendo nada? -Usted ha entendido muy bien -dijo el hombre-. Repito que vengo a venderle sus últimas palabras.

El tiranuelo se puso en pie como es de práctica en estas circunstancias, y reprimiendo un temblor, mandó que arrestaran al hombre y lo metieran en los calabozos especiales que siempre existen en esos ambientes gubernativos. -Es lástima- dijo el hombre mientras se lo llevaban-. En realidad usted querrá decir sus últimas palabras cuando llegue el momento, y necesitará decirlas para configurar fácilmente un destino histórico retrospectivo. Lo que yo iba a venderle es lo que usted querrá decir, de modo que no hay engaño. Pero como no acepta el negocio, como no va a aprender por adelantado esas palabras, cuando llegue el momento en que quieran brotas por primera vez y naturalmente, usted no podrá decirlas. -¿Por qué no podré decirlas, si son las que he de querer decir? -pregunto el tiranuelo ya frente a otra taza de café. -Porque el miedo no lo dejará -dijo tristemente el hombre-. Como estará con una soga al cuello, en camisa y temblando de frío, los dientes se le entrechocaran y no podrá articular palabra. El verdugo y los asistentes, entre los cuales habrá alguno de estos señores, esperarán por decoro un par de minutos, pero cuando de su boca brote solamente un gemido entrecortado por hipos y súplicas de perdón (porque eso si lo articulará sin esfuerzo) se impacientarán y lo ahorcarán.
Muy indignados, los asistentes y en especial los generales, rodearon al tiranuelo para pedirle que hiciera fusilar inmediatamente al hombre. Pero el tiranuelo, que estaba-pálido-como-la-muerte, los echó a empellones y se encerró con el hombre, para comprar sus últimas palabras.
Entretanto, los generales y secretarios, humilladísimos por el trato recibido, prepararon un levantamiento y a la mañana siguiente prendieron al tiranuelo mientras comía uvas en su glorieta preferida. Para que no pudiera decir sus últimas palabras lo mataron en el acto pegándole un tiro. Después se pusieron a buscar al hombre, que había desaparecido de la casa de gobierno, y no tardaron en encontrarlo, pues se paseaba por el mercado vendiendo pregones a los saltimbanquis. Metiéndolo en un coche celular, lo llevaron a la fortaleza, y lo torturaron para que revelase cuales hubieran podido ser las últimas palabras del tiranuelo. Como no pudieron arrancarle la confesión, lo mataron a puntapiés.

Los vendedores callejeros que le habían comprado gritos siguieron gritándolos en las esquinas, y uno de esos gritos sirvió más adelante como santo y seña de la contrarrevolución que acabó con los generales y los secretarios. Algunos, antes de morir, pensaron confusamente que todo aquello había sido una torpe cadena de confusiones y que las palabras y los gritos eran cosa que en rigor pueden venderse pero no comprarse, aunque parezca absurdo.
Y se fueron pudriendo todos, el tiranuelo, el hombre y los generales y secretarios, pero los gritos resonaban de cuando en cuando en las esquinas.


jueves, 18 de febrero de 2010

¿Qué monólogo haría Tato Bores en nuestros tiempos?

Renovó el lenguaje del humor político. Durante más de treinta años, azuzó la conciencia de los argentinos con su dura crítica al poder y nuestro modo de ser. Nació como Mauricio Rajmín Borezstein un 27 de abril de 1927 en un inquilinato de la calle Tucumán y Carlos Pellegrini.

Hizo reír a varias generaciones a lo largo de su carrera de más de 50 años, y fue una de las figuras más respetadas y queridas del país. Caracterizado con su frac, los lentes de marco grueso, su peluca desflecada y un habano, en cada programa fingía hablar con el presidente, fuese quien fuese, para transformar la realidad muchas veces trágica. Participó en 19 películas y una infinidad de ciclos de TV y obras teatrales. Fue declarado Ciudadano Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires en Noviembre del año 1992.

Dijo Carlos Ulanovsky (periodista): "Lo que hacía Tato era de un enorme esfuerzo: tenía que memorizar un largo texto, palabra por palabra: vivía por eso. Y éste no es un tiempo para sacrificios. Por contrato sólo estaba seis meses por año: creía que a cada cara que aparecía en TV se le caía un cacho. Ahora se impone el éxito rápido” y redondeó Norman Briski (actor): "Tato Bores fue sinónimo de trabajo profesional. El resultado de lo que hacía era gracioso, pero el proceso de creación resultaba muy serio y exigente. ¿Qué es lo que más extraño de él? La calidad de la burla y un humor sobre la realidad argentina que, más de una vez, sacó a la gente de la angustia. Creo que su gran poder estaba en su velocidad y ritmo, además del talento creador."

El humor político televisivo funciona siempre y funciona mucho en todas partes, en cualquier época. El humor político es uno de los síntomas más fuertes de libertad de expresión. Las dictaduras no toleran el humor político. No se quejan de él. No lo refutan. Lo prohíben. Tato Bores, a través del humor, dijo lo que nadie podía o quería decir. La sagacidad de sus comentarios, la crítica sutil que gambeteaba la censura cautivó a los televidentes. Quien alguna vez se autoproclamó “Actor cómico de la Nación” dejó un vacío imposible de llenar.

Sin embargo, cabe reflexionar como hiciera Sandra Russo en su maravilloso artículo "Queremos tanto a Tato", y que publicara Página 12:
"La televisión de hoy no permitiría un emergente, si lo hubiera, del humor político que cultivó Tato Bores, cuando todavía la televisión no había desarrollado y puesto en marcha todos sus atributos de manipulación política. Las nominaciones y sentencias de un presunto “voto telefónico” no fueron tales, porque el programa fue grabado. Pero el “Cristina, estás sentenciada” quedó vibrando como un veredicto, cuando fue nada más que un gag de producción, un remate del guión.
¿Cuánta libertad de prensa habrá en los canales de televisión ahora? ¿Cuánta mutiplicidad de ideas, que es lo que supone la libertad de prensa, se estará convirtiendo en una sola voz continua que ve las cosas de un solo punto de vista? ¿Hasta qué punto en América alguien puede ser crítico con Francisco de Narváez y en Canal 13 con Reutemann o un gran ruralista? La televisión, como gran parte de las emisoras de radio, se han convertido en dispositivos de disciplinamiento de la opinión pública. No hay voces discordantes ni periodistas molestos para el discurso hegemónico de los grandes y pequeños grupos."



Entre muchos libretistas, contó con Jordán de la Cazuela, Santiago Varela y Juan Carlos Mesa. Muchos nos preguntamos qué diría el Maestro si hoy viviera entre nosotros. Si bien nadie podrá decirlo como él, porque patentó un estilo inigualable, uno de sus libretistas aún escribe textos como éste, que bien podría ser el monologo número 2.345 del año 2009:


La Manija de Cleto
(19-04-2009, Una mirada sobre la realidad política argentina, entre la muerte de Alfonsín y las elecciones, Santiago Varela)


En el Congreso el ambiente suele estar caldeado, pero ahora con el asunto del calentamiento global y el calentamiento propio de las épocas preelectorales, el salón de los Pasos Perdidos estaba que ardía.

-Esto de tener elecciones cada dos años es insalubre -se quejaba un senador un tanto obeso que iba por su septingentésimo quinto café del día-, aumenta el colesterol y atrae a los triglicéridos.

-¿Los triglicéridos? -preguntó un despistado-.

-Debe ser un grupo folklórico, como los de la Mesa de Enlace -contestó un notero que estaba a la pesca de alguna novedad-.

-Ustedes jodan, pero a mi el estrés me mata -confirmó el senador-.

-No te preocupéi nero -sugirió un diputado cordobés-. Tu muerte no será en vano. Algo se nos va a ocurrir para sacarle el jugo políticamente.

-Y además vas a escuchar cosas que ni te imaginabas que dirían de vos -intervino un secretario-.

-Las voy a escuchar siempre y cuando en el cielo tengan televisores -respondió el gordo mientras hacía cuernitos con los dedos-.

-¡Televisión! Ésa es la palabra -señaló un asesor de imagen-. Antes, los velorios se hacían para que lloraran los parientes y amigos; hoy, gracias a la televisión que lo muestra todo, los velatorios sirven para aparecer en primer plano y convertirse así en la figura descollante del evento sin necesidad de tener que ser el muerto.

-No jodamos con la memoria de Don Raúl, que fue un grande -se encrespó un radical de la primera hora-.

Comentario razonable, teniendo en cuenta la cantidad de ex presidentes que quedan, aquí y afuera, y que justo le haya tocado a él.

-Ni se nos ocurre hablar mal de Don Raúl -negó un peronista de la primera hora, aunque no se sabía si era de la primera hora del bloque del PJ, de la Unión Peronista o del FPV-. Yo me refiero a la actitud de Cleto Cobos, el vicepresidente más fotografiado del sistema solar, desde el Big Bang hasta hoy.

-Cobos… Cobos… me suena -dijo el notero-.

-Sí, el Cleto, que cuando entraba el féretro de Don Raúl al Congreso llevado por los granaderos, como marca el protocolo, se tiró con tanta vehemencia para poder agarrar una de las manijas, que casi le saca el morrión a uno de los milicos.

-Una manija no, la manija -corrigió alguien.

-A lo mejor de chiquito quería ser granadero -apuntó un diputado con ánimo conciliador-.

-¡No señor! -gritó un kirchnerista de la primera hora-, aunque fuera de un jonca, quería la manija ¿O preferís que llame a un psicólogo para que te explique lo que significa ese gesto?

-Agarrar la manija significa desear agarrar la manija -terció un psiquiatra que atiende en el
Congreso.

-Gracias.

-Gracias las pelotas, son 150 pesos -contestó el psiquiatra-.

-¡Eso es una infamia! -se interpuso una señora cobista de la primera hora-. Cleto no tiene más aspiraciones que terminar el mandato que le dio el pueblo.

-Escuchame, tierna -dijo un cafetero-, que a Cleto lo haya votado el pueblo es como pensar que vos le regalás un chupetín al hijo de Brad Pitt porque el pendejito es un amor. No jodamos.

-Lo que yo les puedo decir -acotó una jubilada que se quedó en el Congreso desde la época de Norma Pla- es que Cobos tiene un problema existencial: cobra el sueldo por ser oficialista pero labura como opositor. Eso raya a cualquiera.

-A cualquiera que no sea Cleto -se escuchó-.

-Lo que pasa con Cobos -señaló un interpretador profesional- es que de tanto andar con la
Carrió, le agarró un ataque místico; ahora que Alfonsín está a la diestra de Leandro N. Alem, Cleto se cree el apóstol Pedro al que le han dicho: “Tú eres Cleto, tomarás el Partido Radical Residual y sobre esta roca lo refundarás y la transversalidad no prevalecerá contra el”.

-Palabra del Señor… -salmodiaron tres viejitas que estaban rezando a San Kunkel, virgen y mártir-.

-Él cree que en su rol de apóstol de Don Raúl -continuó el interpretador- recibió el mandato divino de unificar el partido y conducirlo a través del Sinaí de las internas ¿No vieron que cuando el féretro iba por Callao, él parecía el Papa repartiendo bendiciones a diestra y siniestra?

-Conducirlo las papafritas -saltó un radical de la primera hora-. Nosotros, en la provincia, hace rato que tenemos nuestro aparato listo para ganar.

-Perdón -intervino un duhaldista de la primera hora-, pero en la provincia el único aparato es el nuestro; lo de ustedes, con suerte, podrá ser un aparatito… y gracias.

-Sí, claro -marcó con sorna un taquígrafo-, mirá qué aparato tiene Duhalde que puso como candidato en la provincia a un tipo rubio, de ojos celestes, colombiano, empresario, con un tatoo en japonés, ricachón por herencia de papá, que estudió en una academia militar de Canadá y que tiene la bendición de Macri (h)…

Aquí fue donde varios de los presentes miraron al techo, haciéndose los distraídos, porque en este aspecto digamos que el muchacho no es precisamente lo que podría llamarse el arquetipo del candidato peronista del conurbano, el paradigma del habitante del tercer cordón, el representante natural de los muchachos del bombo de la Matanza…

-Pero algún mérito debe tener… -lo defendió una diputada-.

-Eso es cierto, tiene el mérito de tener suficiente guita como para comprar los méritos que necesite -aseveró alguien-.

-Con eso estoy de acuerdo -concilió un diputado peronista que traía un sapo atado en la cabeza-.

-¿Qué hace, doctor, con ese batracio? -interrogó una secretaria-.

-Pertenecen a la misma familia de sapos que nos tuvimos que tragar tantas veces y que ahora los usamos para que se morfen a los mosquitos y protegernos del dengue.

-¿Qué es el dengue? -preguntó un despistado-.

-Debe ser un baile, como la salsa o la rumba, que ahora se puso de moda -contestó el notero-.

-Ustedes hablen, no más -se enojó un alfonsinista de la primera hora-, pero lo cierto es que los radichetas, gracias al gesto de Alfonsín de pasar a la inmortalidad en plena campaña electoral y con Cristina de viaje en Londres, estamos renaciendo como el ave Fénix.

-El problema es que el ave Fénix éste viene con la cara de Cleto, y que además de los radicales, también se lo quieran embuchar Lilita, los PRO-peronistas, la Mesa de Enlace y cuanto muñequito ande por el lado de oposición.

-Ojo -advirtió un senador de la patria sojera- que si vamos separados en muchas boletas opositoras, se nos puede hacer contra. Dividirse es de zurdos, no confundamos…

-Tiene razón -opinó una señora gorda que repartía estampitas con la imagen de Castells, Miguens y Barrionuevo, los tres santos juntitos-, los opositores, aunque pensemos distinto, debemos ir juntos para voltearla a Cristina por lo que está haciendo mal.

-No te equivoques -dijo uno que sabía- no es por lo que está haciendo mal, sino por lo que está haciendo bien…

-Se igual…

-Sólo falta que ahora pretendan que Cobos, a quien primero echaron los radicales y después echaron los peronistas, encabece una lista de unidad de la contra.

-Lo que pasa es que ser vicepresidente electo y ser opositor es más raro que … Fijate que ahora no va a la convención en Mar del Plata.

-No va porque el último presidente en ejercicio que concurrió fue De la Rúa y Cleto sabe que cada día se le parece más y la idea no le gusta -aclaró uno con toda la mala leche.

-¡Yo tengo la solución! -exclamó Miguel del Sel, que piensa presentarse en el padrón femenino como la Porota-. Que se presente como candidato testimonial.

Lo dijo y la verdad, nadie estaba muy seguro de si trataba de hacer una broma… o no….





miércoles, 17 de febrero de 2010

Meditando acerca del pago de la deuda argentina

Estos últimos días, Fondo del Bicentenario mediante, estoy oyendo hablar mucho sobre la deuda externa argentina. Estaría bien, en esto como en todo, antes de posicionarse, analizar los datos. Lamentablemente muchos toman partido en función de lo mucho o poco que les gusta la cara de quien toma las decisiones.

Ante la deuda externa no tenemos más caminos a seguir que pagar o no pagar, lo que así dicho, incluso parece fácil.

Es verdad que la deuda externa es mayoritariamente ilegítima, ya que entre la última dictadura y el gobierno de Menem se ha estatizado deuda privada y se han financiado transferencias de divisas al exterior mediante la emisión de deuda pública. El historiador Norberto Galasso, quien ha escrito uno de los libros más completos además de documentados sobre la deuda externa argentina, explica también que “ahora es difícil desentrañar la ilicitud de parte de la deuda” y que sucesivos gobiernos le han dado “una especie de legalización” al renegociar sobre ella, aunque dice que de todos modos “hay que investigar los ilícitos”. Sin embargo, aunque suena muy bonito el discurso del no pago, es irreal, no hay ninguna opción de hacerlo. Es evidentemente un discurso pueril, en tanto carece de alguna posibilidad fáctica.

Y por cierto, en el pago de deuda ilegítima en nuestro país tenemos mucha experiencia, desde el primer préstamo de la Baring Brothers Co. hasta nuestros tiempos. Bernardino Rivadavia pensaba usar aquel primer préstamo para hacer el puerto, dar agua corriente en la ciudad y fundar tres pueblos. Las buenas intenciones del primer presidente de la Nación no llegaron a concretarse. De aquel millón de libras que el Estado pactó recibir sólo llegaron 560 mil. El resto quedó en manos de los intermediarios y acreedores, como adelantos de pago. Con ese dinero no se construyó el puerto, y fue dilapidado en gastos improductivos. En 1904 (80 años después), cuando se terminó de pagar esa primera deuda, habíamos abonado 12 veces más de lo que nos prestaron.
Eso para empezar.

Pagar en cambio, es la que más juego de opciones establece. La alternativa de la negociación y de la quita requiere voluntad de pagar, pero independencia de criterios. Eso es lo que hemos venido haciendo como país en los últimos 6 años, en los que hemos avanzado desde el default hasta la actual posición, siendo este período el de menor crecimiento porcentual de la deuda, en tanto sólo ha crecido el 10%, restructuración y cancelaciones de deuda mediante, con lo que se obtuvo una quita del 65 por ciento sobre los 80 mil millones renegociados.

Acerca de esto, hay que decir que los países europeos marcaron, entre los siglos XVI y XVIII inclusive, records de incumplimientos históricos que aún permanecen imbatidos. España encabeza la tabla con 13 defaults, el primero en 1557 y el último en 1882. Sigue Francia en segundo lugar con 8 defaults, entre 1558 y 1788. Luego, y con 6 cada uno, Portugal y Alemania. Tomando el período 1824-2001, la Argentina por su parte puede jactarse de 4 defaults o episodios de restructuración de su deuda. Una cuarta parte de ese tiempo vivió el país en cesación de pagos o en proceso de restructuración de su deuda. En un lapso más corto, que va de 1958 a 2001 los tramos de doce meses con una inflación igual o superior al 40 por ciento abarcaron un 47,2 por ciento del total.
Nada es nuevo bajo el sol, con lo que nuevamente comprobamos que no somos ni mejores ni peores, mal que nos pese.

Las alternativas a la vista son tres.
Podemos pagar desde el presupuesto, ante lo cual previamente habrá que determinar qué partida presupuestaria se recorta. Hay que elegir si se recortan fondos sociales, partidas destinadas a incentivar la producción, en fin, decidir de dónde sale el dinero. Y sería francamente necesario que hablemos en serio, me refiero a que en este tema no podemos dar respuestas infantiles del tipo: “bajar los sueldos a los políticos”, porque este discurso también suena muy bonito como el del no pago, pero es despreciable porcentualmente. Si hay que hacerlo, será por una cuestión ética, y no por motivos prácticos.

Otra alternativa es pedir un nuevo prestamo a una tasa de interés probable del 14%, aumentando insensatamente la deuda, con lo que seguiríamos condicionándonos a las decisiones de los prestamistas, además de hipotecar los futuros presupuestos, con la inevitable poda de partidas presupuestarias que no podrán ir a educación, seguridad, y así de seguido.

La otra es usar una parte de los ahorros, sin debilitarse, y liberando recursos presupuestarios presentes y futuros. Porque para algo esos ahorros han crecido a un ritmo sostenido justamente en estos últimos 6 años, superando en un 40% el record de reservas que hubo en tiempos de la convertibilidad. Concretamente disponer de un 10% aproximadamente de estos recursos para evitar contratar nueva deuda a altas tasas ante vencimientos.

Yo, si de mi casa se tratara, debo decir que elegiría la última opción, que es la más sana. Nunca pagaría mi deuda con el banco quitándole recursos a mi familia, o solicitando dinero a tasas aún más altas, es decir, hipotecando el futuro de los míos, si puedo hacerlo con recursos legítimos, obtenidos gracias a una buena gestión de mi economía familiar. E intentaría, si dispusiera de estos recursos, bajar el costo que sobre mi economía familiar supone mantener esa deuda. ¿O no?




La Belleza
(Luis Eduardo Aute)

Enemigo de la guerra
y su reverso, la medalla,
no propuse otra batalla
que librar al corazón
de ponerse cuerpo a tierra
bajo el paso de una historia
que iba a alzar hasta la gloria
el poder de la razón.

Y ahora que ya no hay trincheras
el combate es la escalera
y el que trepe a lo mas alto
pondrá a salvo su cabeza
aunque se hunda en el asfalto
la belleza.

Míralos como reptiles,
al acecho de la presa,
negociando en cada mesa
maquillajes de ocasión;
siguen todos los railes
que conduzcan a la cumbre
locos, porque nos deslumbre
su parasita ambición.

Antes iban de profetas
y ahora el éxito es su meta;
mercaderes, traficantes,
mas que náusea dan tristeza,
no rozaron ni un instante
la belleza.

Y me hablaron de futuros
fraternales, solidarios,
donde todo lo falsario
acabaría en el pilón.
Y ahora que se cae el muro
ya no somos tan iguales
tanto vendes, tanto vales
"¡Viva la revolución!"

Reivindico el espejismo
de intentar ser uno mismo,
ese viaje hacia la nada
que consiste en la certeza
de encontrar en tu mirada
la belleza.