domingo, 29 de septiembre de 2013

La posesión exclusiva del error

Estaba leyendo a Borges, pensando en él,
y curiosamente llegué a mirarme, cara a cara, frente a la paradoja de que, pese a ser capaz de leer análisis económicos tan diferentes y encontrados, o no, cómo saberlo, como los de Katz, o de Gambina, o de Zaiat, o Zlotogwiazda, o los de Tigani, e incluso los de algunos de ideología marcadamente liberal tales como JJ Llach,
y desde ahí concluyo en un punto de vista, quizá por mi incapacidad para comprender sus análisis, pero sin duda desde el intento de análisis y la experiencia personal, entonces me sorprendo de que si desde ese lugar puedo definir una personal mirada sobre la realidad,
aún así siempre aparece algún insensato que desde su incomprendido y ampuloso fanatismo pretende negarme el derecho a concluir, a ser,
dándose la risible situación de erguirse en censores virulentos de una parte de la biblioteca, sólo una parte, a tal punto que no puedo evitar imaginarlos quemando en una pira dichos textos herejes junto a quienes los escribieron.


Como si le negáramos a Bill Evans su identidad cuando juega con la magia de otro.
Como si la magia resultante no tuviera la impronta de Bill.


Es gracioso encontrarse con gente que se pretende en la posesión exclusiva del error.





Si el sueño fuera ( como dicen ) una tregua, un puro reposo de la mente, ¿por qué si te despiertan bruscamente, sientes que te han robado una fortuna? ¿Por qué es tan triste madrugar? La hora nos despoja de un don inconcebible, tan íntimo que sólo es traducible en un sopor que la vigilia dora de sueños, que bien pueden ser reflejos truncos de los tesoros de la sombra, de un orbe intemporal que no se nombra y que el día deforma en sus espejos. ¿Quién serás esta noche en el oscuro sueño, del otro lado de su muro?

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