No bombardeen Buenos Aires cantaba la sociedad argent(in)a mientras la vida continuaba.
Los pibes iban a la guerra, la selección al mundial.
El torneo de primera continuaba, al final lo ganaba Ferro.
Chocolates y atados de cigarrillos se amontonaban, mientras los pibes los esperaban.
Yo estaba haciendo la colimba, cruzando los dedos para quedarme en Buenos Aires, donde todos pedían:
¡No bombardeen Buenos Aires!
Los que estamos vinculados con la guerra, incluso los que nos pasamos toda la guerra con los dedos cruzados para que no nos manden al combate, vestido de militar, hoy decimos en voz alta, como siempre:
¡Las Malvinas son y serán argent(in)as!
Si bien no refiere estrictamente al tema, mientras la presidenta de todos los argen(in)os daba su duscurso en conmemoración del día de los caídos en la guerra de Malvinas, leí algunos amigos cuestionar sus palabras. Una hora después, mientras seguía argumentando sus posiciones, pensé:
Si una hora antes de que termine de hablar, ya me decís que estoy equivocado, si cuando aún no terminé de explicar porqué creo en lo que creo, porqué entiendo lo que entiendo, ya decidiste que no tengo ninguna posibilidad de tener razón, permitime que te diga que aún te falta crecer.
A vos, mucho más que a mí...
Hubieran sido amigos, pero se vieron una sola vez cara a cara, en unas islas demasiado famosas, y cada uno de los dos fue Caín, y cada uno, Abel. Los enterraron juntos. La nieve y la corrupción los conocen. El hecho que refiero pasó en un tiempo que no podemos entender.
(J.L.Borges.)
miércoles, 2 de abril de 2014
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