El fútbol es como la política, muchos se atrincheran en el "todo está mal", en el "todos son iguales", para no arriesgarse emocionalmente. Muchos cuando debaten de fútbol apelan permanentemente al relato maniqueo, dicotómico, abusan de la chicana y la demagogia.
Igual que cuando debaten de política. Será que todo es al final ganarle al que tenemos al lado.
Si el que ganaba con un gol sobre la hora, luego de que sus mejores jugadores jugaron horrible, parados, sin movilidad, sin intensidad ni convicción, era Italia, o Uruguay, todos esos insensatos hubieran destacado sin sonrojarse la categoría de los grandes que aparecen cuando tienen que aparecer; en cambio si el que aparece es el enano mágico, se lo cuestiona porque "sólo" apareció un momento sobre el final.
Si es Argentina, es el preanuncio de la catástrofe, si son otros es el glorioso heroísmo de los elegidos.
Después, si la cosa va bien, todos cantarán el "decime qué se siente" de los Creedence y celebrarán emocionados, pero cuando hay que aguantar los trapos, se esconden en la cómoda, en la fácil, en el escepticismo de los que no tienen coraje.
Cuando esto termine, si la cosa fue mal, los maldecimos a todos y los rajamos a patadas en el tujes. Pero mientras tanto intentamos que parezca que deseamos que todo salga bien. Así en el fútbol como en la política.
En el fútbol como en la política: el cruel encanto de ser argent(in)os.
A veces pasa, a veces sin bandera a veces sin principios, sin receta, como escudriñando algo que la inquieta, que la seduce, que alarga la espera. Pasa sin nombre, pasa traicionera, pasa arrodillada, pasa escueta, pasa rápido buscando la meta, como una extraña, como forastera. Pasa buscando un mármol grabado pasa despierta y se siente dormida pasa como un dedo en vidrio mojado. A veces simple, a veces aburrida, otras como horizonte accidentado.
A veces sucede: Pasa la vida.
(Javier Pérez-Ayala Huertas)
domingo, 22 de junio de 2014
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