Implacable llegó el ansiado día del adiós, aquel en que la justicia será por fin poesía.
Este prometedor día, cuando finalmente nos podremos sacar de sobre nuestras espaldas el lastre de la incomprensión, de la mezquindad, de la avaricia.
Este maravilloso día en que la realidad inexcusable pondrá finalmente a cada uno en el lugar que se merece.
Este grandioso día en que el que manda -aunque él a veces no lo recuerde- le reservó a cada uno el papel más adecuado a su real dimensión.
El anhelado momento en que mi cara devendrá en una inocultable explosión de sonrisa, enrome y hermosa sonrisa.
Disfrutaré el juego de intentar leer tus silencios, cuando agobiado por tus pensamientos comprendas que tu camino es un sendero estrecho que regresa.
Baja ya, no nos demores más, que nuestro camino nos reclama.
Nuestro tren sí tiene destino...
sábado, 10 de diciembre de 2011
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