jueves, 4 de abril de 2013

Lloremos nuestros sueños, y salvémonos nadando de nuestro llanto

Sería deseable que nadie hable en términos políticos sobre las catástrofes climáticas que nos asolaron estos días.
Que nadie culpe a nadie y todos se dediquen a colaborar en la medida de lo posible con quienes han devenido en víctimas.
Que quienes estén al frente de los municipios involucrados no estén más fuera, y si están fuera que pidan perdón por no estar (y que no mientan que están no estando) y se pongan a trabajar en solucionar las urgencias.
Que quienes somos simples mortales nos hagamos cargo también de la responsabilidad que tenemos.
Porque también la tenemos.
Que quienes tienen responsabilidades de gestión se acerquen a hablar con los afectados a llevarles una palabra de comprensión para que se sienten escuchados, y sobre todo implementando medidas de contención que palíen sus necesidades inmediatas para que no se sientan tan solos en momentos tan dramáticos.
Ojalá alguien lo haya logrado.

Y que mañana, cuando se hayan secado las lágrimas, con el dolor intacto, pensemos sin crueldad cómo nos conjuramos para que no nos pasen más estas cosas.
Porque podemos, necesitamos y debemos pararnos frente a esto sin resignación.




Llorar a lágrima viva.
Llorar a chorros.
Llorar la digestión.
Llorar el sueño.
Llorar ante las puertas y los puertos.
Llorar de amabilidad y de amarillo.
Abrir las canillas,
las compuertas del llanto.
Empaparnos el alma, la camiseta.
Inundar las veredas y los paseos,
y salvarnos, a nado, de nuestro llanto.
Asistir a los cursos de antropología, llorando.
Festejar los cumpleaños familiares, llorando.
Atravesar el África, llorando.
Llorar como un cacuy, como un cocodrilo...
si es verdad que los cacuíes y los cocodrilos
no dejan nunca de llorar.
Llorarlo todo, pero llorarlo bien.
Llorarlo con la nariz, con las rodillas.
Llorarlo por el ombligo, por la boca.
Llorar de amor, de hastío, de alegría.
Llorar de frac, de flato, de flacura.
Llorar improvisando, de memoria.
¡Llorar todo el insomnio y todo el día!

Oliverio Girondo.

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