sábado, 6 de agosto de 2011

La certeza de la libertad

Si de algo estoy convencido, es que fracasa quien renuncia a sus convicciones, no quien sufre una derrota.
Aunque los mediocres nos quieran convencer de lo contrario.

Pienso en esto mientras veo gente viviendo vidas ilusorias, declamando libertad, al tiempo que se muestran incapaces de ser libres.

Y es que finalmente la política no es muy diferente de la religión: ambas nos satisfacen nuestra profunda necesidad de certeza.

Y es que si algo nos ata es la necesidad de certeza; esta necesidad, está en la base de la fuerza que nos conmina a declarar nuestro amor a diversos dioses -en mi caso, los amigos, la música, el vino-, o a determinadas ideas políticas, o cualquiera de los absolutos religiosos.



Para la libertad.
(Miguel Hernández)

Para la libertad sangro, lucho y pervivo.
Para la libertad, mis ojos y mis manos,
como un árbol carnal, generoso y cautivo,
doy a los cirujanos.

Para la libertad siento más corazones
que arenas en mi pecho. Dan espumas mis venas
y entro en los hospitales y entro en los algodones
como en las azucenas.

Porque donde unas cuencas vacías amanezcan,
ella pondrá dos piedras de futura mirada
y hará que nuevos brazos y nuevas piernas crezcan
en la carne talada.

Retoñarán aladas de savia sin otoño,
reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida.
Porque soy como el árbol talado, que retoño
y aún tengo la vida.






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