Las hordas histéricas reunidas por cientos en la plaza están decididas a quemar en la pira a las crueles brujas. Los sacerdotes de la ignorancia y el prejuicio los han convencido de su insaciable e indubitable malignidad.
La muchedumbre es incapaz de entender en medio de su iracundia que la ignorancia y el prejuicio son las primeras estaciones en la ruta del odio, sordo e inagotable odio.
Los insensatos librepensadores, quienes pretenden advertir a la horda de su error, que las brujas no existen, que son un invento de los monjes del fanatismo, de lo absurda y falaz de la acusación de brujería, no obtienen a cambio más que incomprensión.
Algunos miembros de la turba con pretendida ironía les responden: "pero que las hay, las hay".
Otros descerrajan groseras imprecaciones.
También los hay que amenazan en medio de gruesos insultos con violencia física.
Y por supuesto, los más temibles, aquellos que están decididos a subir a la pira con las brujas, no sólo a éstas, también a quienes se oponen a su irracional comportamiento, y pretenden impedirlo.
Imágenes de la Plaza de Salem, una tórrida noche de enero, que recuerdan la certera cita de Russell:
"el problema de la humanidad, es que los inteligentes están llenos de dudas, mientras que los idiotas están absolutamente seguros de todo".
Hay demasiados profetas, profesionales de la libertad, que hacen del aire, bandera, pretexto inútil para respirar.
Que no, que no, que el pensamiento no puede tomar asiento, que el pensamiento es estar siempre de paso, de paso, de paso...
miércoles, 21 de enero de 2015
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