viernes, 30 de enero de 2015

Lo que, raros como somos, nos condiciona

“La ligera paloma, que en vuelo libre corta el aire, cuya resistencia siente, podría imaginarse que aún lo lograría mucho mejor en un espacio vacío de aire.”

Kant, Immanuel. Crítica de la razón pura. Introducción.

(La paradoja radica en que en el vacío, sin el aire que la sustenta, la paloma no podrá volar.)


Hay una tendencia a decir lo primero que se piensa (a partir de los propios prejuicios), sin cotejar la veracidad de lo dicho, o al menos sopesar su probabilidad de ser cierto.
No importa mucho si en un par de días, o un par de horas, una simple búsqueda en internet nos comprueba lo aventurado de lo dicho. Incluso si no nos interesa comprobarlo. No importa tampoco la estadística de confirmación, o no, de los dichos.
Es, ciertamente, más habitual de lo deseable que sea dicho a los gritos, de manera grosera y prepotente, sin medir la gravedad de lo afirmado, o cuan ofensivo esto puede ser. En la vida cotidiana se suele ser más cauteloso, pero en estos espacios, que deberían ser de convivencia, esto se comprueba de manera vertiginosa.

Lo que me reafirma en la teoría de que los pueblos son definidos por las teorías conspirativas a las que adhieren, o generan.
Las teorías conspirativas se basan en lo mismo que las religiones, o las identidades partidarias (no dije políticas ni filosóficas): en la necesidad de certezas. Francamente no salimos bien parados en esta cuestión, porque si bien las teorías conspirativas son, como las creencias religiosas, indemostrables, la conspiranoia estrafalaria que se exhibe es propia de brujos de aldea africana.
Podemos creer que las afirmaciones indemostrables nos hacen parecer geniales, más listos que el resto de los que no saben cómo y porqué, pero bien pensado sólo demuestra incapacidad para enfrentar la propia ignorancia, porque ésta se enfrenta investigando, pensando, analizando, escuchando, o llanamente presuponiendo (naturalmente, a partir de los propios prejuicios).

Es decir: la conspiranoia, como la religión, surge de nuestro lado conservador.

Hagamos un ejercicio de respeto, por nosotros y aquellos con los que convivimos: y antes de decir lo que pensamos, pensemos lo que decimos.




"El deseo es el deseo del otro", dicen que dijo Lacan. Que parece algo así como decir que "La ley de la oferta y la demanda", que es la única ley que se comprueba en la economía real, también se comprueba en nuestra vida. Deseamos más lo que otros desean. En eso se basa nuestra libertad, en saber qué es lo que nos condiciona, y porqué.

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