viernes, 5 de noviembre de 2010

Ellos y nosotros

Sólo hay una forma de saber si un hombre es honesto: preguntárselo. Si entonces responde "Sí", ten la certeza de que no lo es. (Groucho Marx)

Es muy bueno saber dónde está uno. Si no lo tenemos claro miramos la realidad con una distorsión que no es de origen, sino de nuestra propia óptica. Pero también es muy bueno saber dónde están los demás. Ya que, lo peligroso, suele ser que a veces nos queda cómodo ubicarlos en sitios que no están, pero entonces sucede que somos incapaces de entender lo que dicen y desde dónde.

No hay ellos o nosotros, a mi modesto entender. Suena un poco naif lo que voy a decir, lo sé, pero estoy convencido de ello: "no existe la verdad, existen todas nuestras verdades". Hay muchas derechas, muchas izquierdas, muchos matices. Claro que a veces chocan, afortunadamente la vida es conflicto, pero para eso sirve la democracia. Y si de democracia hablamos, aquí debemos plantearnos -antes de cometer el error de creer que el otro no entiende-, que el conflicto normalmente lo crea quien resiste el cambio, no quien lo propone. Porque la vida es cambio, necesaria, afortunadamente, y el cambio es conflicto. Y es aquí cuando en mi humilde opinión se hace necesario comprender que el tamaño del conflicto lo crea el tamaño relativo de estos actores.

Me resulta interesante, y a destacar, la construcción personal del discurso del otro que muchas personas realizan, porque es un método de negación del otro muy habitual. Últimamente leo muy seguido a gente que imagina lo que el otro debería decir para ser capaz de articular un discurso descalificador, y a partir de ahí, usualmente de manera forzada, recrean el discurso del otro. Y qué otra cosa es eso si no una negación de la entidad, la identidad y la inteligencia del otro.
Lo que no tienen en cuenta al construir la realidad de esta manera, es que el otro, pese a sus deseos, sigue ahí, y necesariamente termina apareciendo frente a ellos, usualmente de manera traumática.

"Si se callase el ruido oirías la lluvia caer limpiando la ciudad de espectros, te oiría hablar en sueños y abriría las ventanas. Si se callase el ruido quizá podríamos hablar y soplar sobre las heridas, quizás entenderías que nos queda la esperanza." (Ismael Serrano)

Creo que todos estamos intentando entender, y me parece que cuando seamos capaces de respondernos por qué estamos tan conmocionados naceremos como nuevas personas, probablemente también como sociedad. Debemos comprender de una vez y para siempre que para poder hace falta poder. Y que la pureza intelectual es el refugio de los cobardes. Siempre me ufané de ser sentipensante, pero no era cierto. Para poder ser sentipensante tuve que empezar a pensar con el corazón, y no con las entrañas, porque con el corazón amamos, pero con las entrañas odiamos. Es verdad que en nuestro país nunca sabemos si cuando pisamos barro para poder hacer, en verdad pisamos estiércol. Si tenemos miedo, entonces quedémonos dentro de nuestra inmaculada pureza. Pero pensemos que el fuego del que Galeano nos habla, está ardiendo, y si ardemos con él, podremos ver con claridad el estiércol que aún falta por barrer para quedarnos con el barro con el que haremos los ladrillos necesarios para la construcción de la que tanto hablamos. Al menos ahora tenemos una escoba, hemos recuperado la política. Es necesario tener claro lo que falta, y no negar el estiércol. Pero también es necesario reconocer el camino, el que hemos recorrido, que nos sustenta, y el que nos queda por delante, que es hacia donde vamos. Porque nos puede ocurrir que estemos caminando, pero resulte que estamos solos en el medio de la nada.

Entonces, lo que sí hay, son nuestras ideas y las de ellos. Los traidores defienden intereses, los necios se enfrentan a los propios, dijo alguien que sabía de lo que hablaba. Debemos ser capaces de entender de qué se trata, de escuchar al otro, y también a nosotros mismos, para no terminar negando la realidad, lo que muchas veces significa negarnos a nosotros mismos la posibilidad de la realidad.

Finalmente hablamos de reconstruir un país a partir de una idea, una idea que está viva, y creo que hoy está más viva que nunca. Y quizá, si reducimos la idea al nosotros y al ellos, nos reducimos. Creo que los términos deben ser, nuestras ideas, sus ideas. Porque hay muchos, pero muchos, que sé que comparten nuestras ideas, pero su mezquindad les impide abrir sus corazones. Debemos seguir librando la batalla por las ideas, la batalla cultural que es la que nos impone la hora, que como todas las batallas, sólo las ganan quienes las libran, no quienes se quedan en casa adorando su bello jardín.

Cuando parece tan claro, es tan evidente, que la palabra otros está incluída en la palabra Nosotros.






GALOPE

Las tierras, las tierras, las tierras de España,
las grandes, las solas, desiertas llanuras.
Galopa, caballo cuatralbo,
jinete del pueblo,
al sol y a la luna.

¡A galopar,
a galopar,
hasta enterrarlos en el mar!

A corazón suenan, resuenan, resuenan
las tierras de España, en las herraduras.
Galopa, jinete del pueblo,
caballo cuatralbo,
caballo de espuma.

¡A galopar,
a galopar,
hasta enterrarlos en el mar!

Nadie, nadie, nadie, que enfrente no hay nadie;
que es nadie la muerte si va en tu montura.
Galopa, caballo cuatralbo,
jinete del pueblo,
que la tierra es tuya.

¡A galopar,
a galopar,
hasta enterrarlos en el mar!


Rafael Alberti


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