Viene a cuento de una señora llamada Sakiné Mohamadi Ashtiani, condenada a muerte en Irán por hacerle los cuernos al marido. La apedrearán en la cabeza (y enterrada hasta la cintura) hasta morir en nombre de leyes medievales (no es un decir) por ser "culpable" de violar leyes del hombre de Cromagnón y juzgada por un tribunal de farsa. Y de que escucho a gente indignada por esto, con toda razón, indignación justificada, pero cuando le planteás salvajadas incluso más atroces, como la crueldad ilimitada del estado terrorista de Israel, ya empiezan a justificar al asesino, que por si fuera poco asesina con métodos incluso peores que la lapidación. Más modernos, con más glamour, eso sí.
Es tan poliédrico este tema que cualquier frase por contundente que digas termina siendo inespecífica, insustancial. Podemos hablar desde la lógica, desde la ética, la estadística, la justicia, el sentido común, y hasta desde la moral.
Es una curiosa postura esta de defender que asesinemos a los asesinos. Lo digo porque parte del principio, un poco difícil de justificar, de que hay muertes buenas y muertes malas. Y que los que asesinan asesinos tienen la verdad, y la autoridad para decidir cuál es buena y cuál mala. Y digo curioso porque cuál sino ésta es la lógica de los terroristas, todos, los de Hezbollah, del estado de Israel, de Al qaeda, del ejército de EEUU, de todos nuestros propios asesinos, y en general de todos los asesinos que sostienen que son ellos quienes tienen autoridad moral para decidir qué muerte es buena y cuál mala. Y es extraño porque a mí sólo me parece venganza.
Lo que digo es que la lógica del que asesina “en nombre de”, es la misma, lo haga en nombre del estado o en nombre de su absoluta verdad. Sea porque lo decidió un juez, el comandante de un grupo armado irregular, el comandante de un ejército regular, o algún líder religioso. Cuando se le arranca la vida a un ser humano desarmado, se lo asesina. Los fanáticos hablan de justicia, es verdad. Los que pretendemos ser racionales, creo que no debemos hacerlo. Un caso diferente, me parece evidente, son las muertes en una guerra, es decir, frente a un enemigo que porta armas –si no hay dos bandos que portan armas no es serio hablar de guerra-, el análisis ahí es muy distinto, por eso no lo incluyo aquí.
Además, gente con sentido común, inteligente, sensible, buena gente, sostiene esto sin pensar en las estadísticas. Las que sostienen que no previene ni la inseguridad ni el delito, sí, pero tampoco la más importante en mi humilde opinión, que es la de el demasiado alto porcentaje de inocentes asesinados por este método cuando lo decide la justicia de los hombres. Entiendo que gente capaz de sostener la infalibilidad del papa, sostenga la infalibilidad del sistema legal, pero no es entendible en gente capaz de razonar. Sinceramente me parece increíble que sostengan sin sonrojarse la posibilidad de que exista la más remota posibilidad de infalibilidad en la justicia de los hombres. Y francamente no sé cómo pueden dormir con esa carga en sus conciencias quienes asesinan asesinos.
No me meto en un tema para el que algunos amigos están más preparados para opinar, pero sospecho que estás enfermedades mentales tendrán algún método de solución aplicable antes de decidir eliminar de la sociedad a estos individuos.
Foucault lo expresaba muy bien: las instituciones con sus artificios ópticos, simples o sofisticados de control social, no hacen otra cosa que mantener encerrados a todos aquellos que perturban al sistema o no son funcionales a él. La pena capital es la máxima expresión de dicho control por parte del poder dominante.
La moral es algo muy subjetivo, es cierto, pero debo decir que mi moral se me antoja más elegante que la de los que asesinan asesinos e incluso otras clases de gentes. La pena de muerte no es ética, no es moral, pero además no es justa, no es lógica, ni útil. Desde un punto de vista puede ser práctica, lo admito, pero en ese mundo no me gusta vivir.
En 2001, Michel Camilo apareció como destacado protagonista en la película dirigida por Fernando Trueba, titulada: "Calle 54" uno de los mejores homenajes cinematográficos a la historia y a la cultura del jazz latino, del que Trueba es un confeso admirador.
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