martes, 24 de abril de 2012

Del fútbol y sus metáforas

“El fútbol es una metáfora de la vida” afirmaba el filósofo existencialista Jean Paul Sartre. “La vida es una metáfora del fútbol”, le corregía el filósofo italiano Sergio Givone.

Quizá por esto me tienen harto los mediocres que se la pasan el día quejándose de "Fútbol para todos" con argumentos que basculan desde el dinero que cuesta a la calidad de sus transmisiones.
Y me tienen harto básicamente porque a los que nos apasiona el fútbol como el maravilloso evento cultural paradigmático de nuestra época que es, pero que sí vivimos en el mundo que ellos sueñan, resulta que no podemos ver más que un partido por semana, que no necesariamente es el más interesante de la fecha, y el resto si lo podemos pagar lo disfrutamos, y si no lo podemos pagar nos jodemos.

Y éste creo que es el nudo de la cuestión: los que se quejan tanto de "Fútbol para todos" lo que realmente desean es que no se cuestione que en el mundo sólo puedan sonreír quienes se lo puedan pagar. Es decir, aquellos que no quieren que se ponga en cuestión ni siquiera mínimamente la primera ley del capitalismo mágico: la libertad individual de las personas es inversamente proporcional a la libertad de los capitales. Son aquellos que se llenan la boca hablando de libertad, y ni siquiera se sonrojan cuando les demostrás la falacia de tal afirmación ya que sólo disfrutamos de la libertad que podemos pagarnos.
También habría que dejar claro que básicamente los que se pasan el día quejándose de "Fútbol para todos" lo ven, porque son, como la inmensa mayoría de la población, amantes apasionados de este deporte.

A mí naturalmente me gustaría que mejore mucho más la TV pública, que el Canal Encuentro y todas las señales que se están desarrollando (como INCAA, etc) se multipliquen más y más. Lo que realmente destaco como negativo es el discurso de quienes quieren ver fútbol, pero les jode que sea para todos.




Mi casa necesita una mujer que llene de canciones sus paredes y complete mi cama por la noche.
Un cuerpo que discurra en torno mío. Una voz que responda si digo algo.
Yo no tengo el dinero de los otros; no sé tampoco hablar como los otros, ni tengo la apostura de los otros.
Por eso necesito una mujer que oculte mi tristeza entre sus brazos.

"Plaça de Blasco de Garay", de José María Fonollosa.


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