sábado, 21 de noviembre de 2009

La memoria


Treinta y tres años, en perspectiva histórica, es realmente poco tiempo. Sin embargo, parece que para nosotros como sociedad, el 24 de Marzo de 1976 fue hace demasiado tiempo. Tanto tiempo pasó, que hay cosas de las que nos vamos olvidando.

Esta situación nos pone a los argentinos ante una encrucijada, la que deberemos dilucidar, si pretendemos no repetir y padecer los mismos errores de un pasado no tan lejano. Si no queremos que pierda legitimidad ni vaciar de sentido el voto popular. Si no queremos cargar en nuestra conciencia con la inmoralidad de seguir sosteniendo esta vergonzante falta de memoria, esta irrefrenable actitud del todo vale. Esa convicción tan humana y argentina de creer que el fin justifica los medios.

Es muy habitual en la discusión política argentina, esgrimir falacias, hechos aislados, contraponer lo muy malo frente a lo malísimo, o que prevalezcan actitudes propias de sofistas de poca monta, lo que nos nubla el análisis.

Entonces, relatemos hechos, e intentemos concluir en consecuencia.

En 1975, el gobierno justicialista en ejercicio del poder, ordenó "aniquilar el accionar de los elementos subversivos"; para lograr tal objetivo le confirió amplísimos poderes de excepción a las fuerzas armadas. Entre los integrantes activos del gobierno que tomó aquella decisión estaban, entre otros, Antonio Cafiero y Carlos Ruckauf. Este último era ministro de trabajo, producto de sus fuertes vínculos con Lorenzo Miguel, pope de la UOM.

En aquel momento, en Estados Unidos se tenía absoluta claridad acerca de los tiempos que acechaban a Argentina. Esto revelan los documentos secretos de la época, dados a conocer en los últimos años por importantes diarios argentinos. No tengo evidencias al respecto, pero es de suponer que los principales dirigentes políticos argentinos, tenían conocimiento de estos informes.

También hay que decir que los tiempos que padeció la Argentina, los sufrieron el resto de los países del área con diferentes intensidades. Dato que por sí solo nos dice que no fueron casuales los hechos sucedidos en nuestro país; documentos difundidos y producidos por organismos gubernamentales del gran país del norte nos revelan que se trató de un plan regional diseñado por la CIA y el Pentágono, y plasmado por los militares latinoamericanos, lacayos de sus pares del norte.

¡Qué lejos quedaron los tiempos de la Revolución de Mayo y las guerras por la Independencia! ¡Qué poco se parecen a aquellos, estos militares inútilmente autoproclamados Sanmartinianos!

Los documentos generados por los militares argentinos nos dicen a las claras que la intención que éstos tenían era asesinar a todos aquellos que se opusieran por cualquier medio al modelo de país delineado por el establishment; el mismo que hoy pretende seguir poniendo y sacando ministros de economía. Esos mismos documentos, también nos revelan la falacia de los argumentos esgrimidos acerca de la imposibilidad de luchar contra los mal llamados “elementos subversivos” en el marco de las instituciones, ya que las fuerzas de seguridad tenían amplias facultades legales para desarrollar esa lucha, si ese hubiera sido su real objetivo. Como con éxito lo han hecho, por ejemplo, y con matices, España o Gran Bretaña.

Durante los primeros años de la dictadura, dirigentes de todos los partidos políticos convivían sin pudor con ella. Incluso algunos defendían la mal llamada "lucha antisubversiva"; en Septiembre de 1978 por ejemplo, Ricardo Balbín contaba muy suelto de cuerpo que devolvía las cartas que le llegaban desde Europa, por considerarlas injustas. Para entender claramente los niveles de convivencia entre la dirigencia política y la dictadura basta leer el siguiente dato: un informe de la SIDE mencionado por La Nación el 25 de marzo de 1979, revelaba que sobre 1.697 municipios sólo 170, o sea el 10 por ciento, tenía intendentes militares; 649 intendentes, o sea el 38 por ciento, eran civiles sin militancia política. Los 878 intendentes restantes, es decir el 52 por ciento en todo el país, provenían de los partidos tradicionales, en esta proporción: Unión Cívica Radical 310; Partido Justicialista y otros afines 192; Partido Demócrata Progresista 109; Movimiento de Integración y Desarrollo 94; Fuerza Federalista Popular 78; Partido Demócrata Cristiano 16; Partido Intransigente 4.

Lejos quedaron, lamentablemente, los tiempos de la Revolución de Mayo y las guerras por la Independencia. ¡Qué poco se parecen a aquellos, estos inútilmente autoproclamados defensores de la democracia y la república! ¡Qué poco se diferencian de los que hoy no vacilan en aferrarse a cualquier sillón que les quede libre!

Los pocos que se animaban a contar los hechos de la realidad eran cuando no asesinados, por lo menos censurados. Claro que también hay que decir, que es un dato histórico que demasiada gente se esfuerza en olvidar, que el gobierno legal y legítimo que gobernó los destinos de Argentina entre 1973 y 1976 no se diferenciaba mucho de quienes los continuaron en cuanto a su actitud para con la prensa y la integridad física de los que pensaban diferente. Una parte importante, cuantitativa y cualitativamente, de la prensa se mostraba complaciente y producía espeluznantes notas periodísticas en los medios gráficos. Desde los medios televisivos se intentaba defender lo indefendible. Seguramente todos nosotros nos acordamos de los vergonzosos programas de Bernardo Neustand y Mariano Grondona.

En los noticieros, programas periodísticos, revistas, etc., muchos infames personajes injustamente llamados periodistas, hablaban desfachatadamente de una "campaña anti-argentina" para referirse a las denuncias hechas en el exterior sobre las violaciones a los derechos humanos cometidas por los organismos de seguridad en el país. Lamentablemente grandes sectores de la sociedad apoyaban aquella abyecta dictadura. Muchos otros, la mayoría, se mostraban indiferentes ante los hechos, lo cual para los fines perseguidos por el grupo cívico-militar en ejercicio ilegítimo del poder era infinitamente mejor.

Cierto es también, que hubo muchísimos argentinos de diferentes sectores de la sociedad que no bajaron los brazos pese a lo peligroso de amagar cualquier conato de resistencia. Las organizaciones en defensa de los derechos humanos, muchos sindicalistas no corrompidos, dirigentes de organizaciones intermedias, periodistas, militantes y dirigentes políticos, población civil anónima, incluso algunos miembros de las fuerzas armadas, sostuvieron una lucha activa en pos de la recuperación de nuestras libertades y derechos civiles.

Finalmente, lo que me parece absolutamente trascendente, y no se nos debe escapar en ningún análisis, es que aquellos sectores dueños del verdadero poder que sostuvieron a los militares en ejercicio del poder formal, hoy conviven descaradamente con los actuales dirigentes políticos. Estos grupos económicos hicieron pingües negocios gracias a las privatizaciones y a las indefendibles prebendas impositivas que los gobiernos democráticos les han concedido. Nuestros gobiernos, nuestros dirigentes, nuestros representantes.

En estos días, para los pocos que aún quieran tener alguna duda, y sólo como botón de muestra, las denuncias contra la empresa Mercedes Benz por violaciones a los derechos humanos durante la última dictadura se robustecieron con la presentación de un informe del Centro Europeo para los Derechos Constitucionales y Humanos (Ecchr), con sede en Alemania. Estos informes además involucran al sindicato SMATA y al antes mencionado Ruckauf. Es decir que los mismos que se beneficiaron con la dictadura, llegando a la infamia de señalar dirigentes sindicales a asesinar, hoy se siguen beneficiando a costa del sufrimiento, el hambre y la desesperación de amplios sectores de la población.

Luego de obtenida la democracia, que algunos dicen no nos hemos ganado, no hemos sabido estar a la altura de las circunstancias, y bastardeamos las instituciones una y otra vez. La situación a la que nos enfrentamos hoy ya la hemos vivido, y la resolvimos con nuestra acostumbrada necedad, con nuestra usual falta de inteligencia y de convicción democrática. En aquella oportunidad, en octubre de 2001, como hoy, el gobierno creía no haber perdido las elecciones y la oposición creía haberlas ganado. Hace 8 años se estructuró un golpe de estado institucional contra el triste gobierno de la Alianza imponiendo al frente del senado, y por consiguiente en la cadena de sucesión a un miembro de la oposición de aquel momento.

Hoy, sectores de la oposición, que sólo se une para votar en contra, y que creen haber ganado las últimas elecciones, pretenden volver a bastardear la democracia con métodos similares.

Einstein, definió magistralmente la idiotez, y no puedo dejar de pensar que nos tenía en mente a los argentinos: “esperar resultados diferentes aplicando los mismos métodos, eso es la idiotez”.






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