domingo, 26 de junio de 2011

Necesitamos soñar para no morir

Algunos insisten en mirar la realidad por el ojo de la cerradura. Pero para no tener una mirada tan pequeña debemos intentar agrandarlo tanto que podamos salir por él a la realidad, y permitirnos soñarla.

Es inhumano pretender nuestras vidas sumergidas en la certeza. Dudar es imprescindible para intentar ser libres. Sucede que quien no duda es incapaz de soñar. Y ya sabemos que aquellos que no sueñan es que ya han muerto.

Leer a los columnistas de importantes diarios nacionales, propiedad de grandes empresas que se dedican entre otras cosas al negocio de la información, opinando sobre la elección del compañero de fórmula hecha por Cristina Fernández y descubrir su denodado esfuerzo por hablar de "unicato", de "monarquía", y banalidades por el estilo, fundamentar todo el análisis en anécdotas generalmente fabuladas y evitar por sistema los datos duros de la realidad es francamente divertido. Quien con esto no se ríe es que no tiene sentido del humor.

Y posiblemente esa sea la explicación de los números de las encuestas que obsecadamente los desmienten. Sucede que si te diagnostican cáncer, y resulta que tenés hepatitis, seguramente te terminarán matando. Y como se empecinan en diagnosticarnos enfermedades que no tenemos, preferimos que nos siga tratando el mismo médico: todavía no pudo curarnos completamente, y tenemos algunas que aún nos agobian, pero sabemos que hemos mejorado mucho, por eso seguimos confiándole nuestra vida. Con el tiempo descubriremos si su tratamiento requiere de más tiempo o ha dado de sí todo lo que podía. Pero al menos éste no nos miente enfermedades que no tenemos (y uno sospecha que a los que mienten lo que los motiva es la facturación).

Es por aquello del instinto de preservación: todos le tenemos miedo a la muerte, y algunos parecen más sepultureros que médicos. Cuando están ahí, tan calentitos, inventando enfermedades que no tenemos e ignorando las que sí, les imagino el profundo deseo de enterrarnos, aunque no hayamos muerto.


Yo tengo la obligación de ser un optimista informado. Sigo creyendo en la gente, y en el poder de la información. Los pueblos no nos equivocamos cuando disponemos de la información.

Me siento extrañamente cómodo con la novedad de parecer oficialista. Nunca lo fui realmente; en cuestiones políticas soy bastante mal llevado, bastante desconfiado, y aunque en el pasado hubo momentos en los que creí que podía dar votos de confianza, los retiré rápidamente.
Por eso me resulta increíble que ahora, al final de su segundo mandato, siga confiando en este gobierno que, con sus infinitas y humanas imperfecciones, es -visto lo visto- claramente mejor y más confiable que todo lo que asoma. Y lo que más asombro provoca es que mucha gente se ha encendido ahora, en los últimos años -fundamentalmente en el último-, haciendo realidad la historia de Galeano y los fuegos.


Yo sigo siendo el mismo desconfiado de siempre, el mismo optimista informado. Pero si ya no parezco pesimista la culpa no es mía.





Te han sitiado corazón y esperan tu renuncia,
los únicos vencidos corazón, son los que no luchan.
No los dejes corazón que maten la alegría,
remienda con un sueño corazón, tus alas malheridas.

No te entregues corazón libre, no te entregues.
No te entregues corazón libre, no te entregues.

Y recuerda corazón, la infancia sin fronteras,
el tacto de la vida corazón, carne de primaveras.
Se equivocan corazón, con frágiles cadenas,
más viento que raíces corazón, destrózalas y vuela.

No los oigas corazón, que sus voces no te aturdan,
serás cómplice y esclavo corazón, si es que los escuchas.

Adelante corazón, sin miedo a la derrota,
durar, no es estar vivo corazón, vivir es otra cosa


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