sábado, 4 de febrero de 2012

Sopesando los límites de la insensatez

"Si alguien en el Gobierno cree que se puede gobernar en la dirección asumida sin el acompañamiento de una porción considerable del movimiento sindical, terminará contribuyendo a la derrota. Y si algún líder sindical cree que los trabajadores van a llegar al poder sobre la base de la fractura de la actual coalición político-social de gobierno, va a convertirse en la clave del éxito de las operaciones mediático-políticas que dice combatir. De eso trata la hegemonía, de contener en unidad la diversidad y hasta la contradicción."

Lo interesante de este artículo de Edgardo Mocca, titulado "Hugo Moyano y la vigencia de Gramsci" y publicado por Página/12, es que fue escrito hace casi un año. Si esto no es lucidez en el análisis, ya me dirán cómo definirlo.

En cada análisis que leo -los de buena leche, claro, no aquellos que buscan desesperada e insistentemente algo que debilite o invalide al gobierno-, todos rescatan que los planteos de Hugo Moyano tienen base en la justicia; son justos, incluido el reparto de ganancias, independientemente de la evaluación del momento político que cada quien haga. Sin embargo en lo discursivo denota una intencionalidad política, que claramente excede e invalida estos reclamos. Que esté jugando políticamente no está mal en si mismo, es parte del juego político, para bien o para mal. Nadie le puede negar, tenga la opinión personal que tenga sobre el personaje, que tiene en el haber sus posicionamientos en la segunda y más infame de las décadas, los '90, fundando el MTA, asociandose a la CTA en la resistencia a las políticas neoliberales; y en los 2000 también, dándole sustento desde la CGT al proyecto que encabezaron Nestor Kirchner y Cristina Fernández, con un climax destacable en 2008 y 2009, porque cuando muchos se sumaron a la movida destituyente él también "le puso el pecho" a ese proyecto de gobierno.
Por esto tengo claro que no es posible que Moyano no vea con claridad la lectura política de su planteo actual, es más, quizá la provoca pensando en 2015. No sé si Moyano está sobrevalorando su potencial, o si en realidad está pensando en alianzas de poder de cara a las próximas elecciones. Podemos ponerlo en la balanza del lado de la defensa de los intereses de sus representados como declaran quienes lo defienden, pero desde mi punto de vista hay que ponerlo claramente en el de la lucha política.
Naturalmente que no se puede ignorar en ningún análisis, que además de la inevitable, y destacable, lectura política, hay que leerlo también en clave de lucha de poder interno en la CGT, en tanto en unos meses Hugo Moyano deberá renovar, o no, su mandato como secretario general, y su poder de convocatoria hacia dentro del sindicalismo más próximo al oficialismo nacional se ha visto claramente debilitado.

Personalmente me parece que el marcado tono de enfrentamiento político que Hugo Moyano utiliza es inadecuado. La lucha por espacios de poder político son válidas; por qué los referentes sindicales no podrían aspirar a una mayor representación de la que tienen -que por cierto debemos reconocer que parece escasa-. Lo que parece pretencioso es el posicionamiento que podemos resumir como "o soy yo, o rompo todo". Porque además parece claro que -parafraseando a Trosky- los trabajadores no se suicidan, básicamente porque viven en la realidad, y no en las elucubraciones de dirigentes tras un escritorio.
Entonces, si bien Hugo Moyano tiene razón y, faltaría más, legitimidad en sus reclamos sindicales, en lo que pareciera equivocarse es en el tono de enfrentamiento político con el que los hace, porque le resta legitimidad -no veo porque negar la sinceridad en estos reclamos- y potencia, porque creo -humildemente- que no está en condiciones objetivas de salir airoso si sigue adelante con esta estrategia.

El tiempo definirá la verdadera dimensión del conflicto. Si nos basamos en las declaraciones de los "actores secundarios" parece claro que la sangre no llegará al río, y que luego de golpear, se negociará. Al final la realidad se impone cuando prima la prudencia. Y pocas cosas son tan propias de esta administración como la prudencia, el no precipitarse, y actuar con todas las consecuencias cuando la realidad lo requiere. Es extraño, porque algunos declaman que el actual gobierno argentino -desde 2003 a la fecha- actúa movido por el capricho, o el fanatismo ideológico, y no he conocido gobierno más pragmático que éste.
Y si tenemos en cuenta que "...casi todos los países cuidan sus mercados, vigilan el ritmo de ingreso de los importados y diseñan políticas para equilibrar los intereses de la producción nacional y los de sus principales socios en el comercio internacional", como nos resume Alfredo Zaiat en otro gran artículo -lo que no es novedoso-, muy apropiado para los tiempos que corren de sintonía fina y medidas de contención de los peligros de contagio de la crisis en la que esta sumergida Europa, debemos comprender que si algo debe primar en todos, pero con mayor responsabilidad el oficialismo y quienes le dan sustento, es la prudencia, el sentido de responsabilidad institucional, y el pragmatismo, con el objetivo de que en la escala de prioridades el nivel de actividad económica y el empleo sigan como hasta ahora siendo, precisamente, prioritarios. Definición que está en la esencia misma del mentado "modelo" y, debemos suponer, a Hugo Moyano le interesa, y preocupa, tanto como a la propia Cristina Fernández.

Sé que parece un exceso de audacia de mi parte, pero todo este debate, si ignoramos a aquellos que -siempre- se equivocan pasando facturas o descalificando, entiendo que será positivo para ir clarificando posiciones, vanidades personales, límites a superar, y si alguno de los actores está dispuesto a la insensatez de "patear el tablero".





Sentiré al fin la infinita pena, la soledad de los astros y la impotencia del mar ante la luna. Sé todo esto con la misma certeza de que ese día no tendrá ocaso.
(Luis Deganis)

No hay comentarios:

Publicar un comentario