martes, 1 de marzo de 2016

Yo la vi talonear los caballos australes

Don Aldo Ferrer define la necesidad de tener en cuenta, y en claro, la "Densidad nacional".

En los casos exitosos, la totalidad o mayoría de la población participó en el proceso de transformación y crecimiento y en la distribución de sus frutos. Esos países no registraron fracturas abismales en la sociedad fundadas en causas étnicas o religiosas, ni en diferencias extremas en la distribución de la riqueza y el ingreso. En todos los casos, la mayor parte de la población participó de las oportunidades abiertas por el desarrollo. Los países considerados en la muestra contaron con liderazgos empresarios y sociales que gestaron y ampliaron su poder por medio de la acumulación fundada en el ahorro y los recursos propios, y de la preservación del dominio de la explotación de los recursos naturales y las principales cadenas de agregación de valor. Los núcleos dinámicos del desarrollo en cada etapa fueron reservados para empresas nacionales o sujetas a marcos regulatorios que integraban a las filiales de empresas extranjeras al proceso de desarrollo endógeno. Los liderazgos promovieron relaciones no subordinadas de sus países con el resto del mundo, y en el caso de aquellos que se convirtieron en grandes potencias, relaciones dominantes.

Es preciso diferenciar los conceptos "Densidad nacional" e "Identidad nacional". La identidad nacional se refiere, esencialmente, a la cultura. Una sociedad de baja densidad nacional, por la insuficiencia de las condiciones endógenas, necesarias para el desarrollo, puede, sin embargo, crear valores culturales de reconocimiento universal. Argentina y América Latina proporcionan ejemplos notorios en tal sentido. La cultura expresa la creatividad de la sociedad en buena medida al margen del sistema de poder y la estratificación social. Abarca así todo el arco social y se enriquece con el aporte de todos. Argentina incluye a Eduardo Arolas y a Borges, Victoria Ocampo y Arturo Jauretche, a José Hernández y Federico Leloir, y así a todos los creadores de la música, la literatura, la ciencia y las múltiples expresiones del ingenio humano procesado en las condiciones propias del espacio vernáculo.


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La historia económica enseña que la globalización es la expresión de un capitalismo global, con reglas y procesos de alcance planetario. Pero también muestra que dentro de ese orden global cada país construye su propia economía de mercado y su capacidad de desplegar los procesos de acumulación, es decir, la gestión del conocimiento y la industrialización.
Cada país tiene el capitalismo y la globalización que se merece, en virtud de la fortaleza de su densidad nacional.

En los primeros años del siglo XXI el país ha resurgido porque fortaleció su densidad nacional en todos los frentes: la inclusión social, la impronta nacional de los liderazgos, la fortaleza institucional y el pensamiento crítico.
La posibilidad de navegar a buen puerto en las turbulentas aguas del siglo XXI depende de la consolidación definitiva de la densidad nacional.
Si lo logramos, nuestras perspectivas son promisorias, porque el país cuenta con los recursos humanos y materiales necesarios para concretar un gran proyecto de desarrollo nacional.

Aldo Ferrer; “La Economía en el Siglo XXI: Globalización, Desarrollo y Densidad Nacional” (2015).



Imagen: "Construcción de Desagües", de Benito Quinquela Martín.






Y descubrí en mi alma: “Todavía no es tiempo: no es el año ni el siglo ni la edad. La niñez de la Patria jugará todavía más allá de tu muerte y la de todos los herreros que truenan junto al río”. La Patria no ha de ser para nosotros una madre de pechos reventones; ni tampoco una hermana paralela en el tiempo de la flor y la fruta; ni siquiera una novia que nos pide la sangre de un clavel o una herida. Yo la vi talonear los caballos australes, niña y pintando el orbe de sus juegos. La Patria no ha de ser para nosotros nada más que una hija y un miedo inevitable, y un dolor que se lleva en el costado sin palabra ni grito.
(Leopoldo Marechal)

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