martes, 3 de julio de 2012

Los fantasmas del temor

Sobre la cuestión de la inseguridad, deberíamos convenir en que es un tema que claramente nos convendría a todos sacarlo fuera de la agenda de la disputa política, porque éste, es un tema grave.

Las estadísticas dicen con claridad que la inseguridad sigue siendo un problema. Bastante menor que en la década de los '90, es cierto, también que son equiparables los números de la inseguridad en Argentina con los de EE.UU., pero aún así sigue siendo un grave problema.

Es inocultable que lo agrava el tratamiento policial, dada la enorme corrupción que hay aún en la policía, tanto que muchos aseguran (y les doy la razón) que la mitad de la inseguridad la genera la propia fuerza de seguridad. También conviene recordar que una parte importante de la inseguridad tiene base en la cuestión social, en la pobreza que aún es mayor de la aceptable, y en la falta de mayor profundidad de la protección social: si lo miran con tranquilidad, verán que los motivos por los que en Europa hay mucho menos inseguridad que en EE.UU. tiene que ver con el estado del bienestar (traduzco a idioma argentino = los subsidios para los vagos que pagan los giles).

Evidentemente es un tema bastante complejo, que se ha convertido en un enorme negocio, y entre las causas por las que se dificulta su solución no está sólo su fuerte politización (donde incluyo su negación tanto como su exageración), también su simplificación. Esa histórica tendencia argentina, a todas luces herencia española, al pensamiento mágico, que hace que permanentemente algunos, de manera ampulosa, declaren contar con contundentes e inmediatas soluciones a problemas históricos y complejos.

Que los medios de comunicación propiedad de grupos económicos que entre otras cosas se dedican al negocio de la información, algunos de ellos participando activamente en la cotidianidad de la lucha política, lo encaren de manera grosera y tendenciosa, no debería excusarnos a los demás a tratarlo con la gravedad que merece la cuestión.

Digo yo...




Solía cantar de amor dulces clamores, ahora lloro triste, y de año en año se seca la esperanza y crece el daño, falta seguridad, sobran temores.
(Gutierre de Celina)

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