domingo, 31 de enero de 2010

Sostiene Pereira que su historia es verdadera

"Pensó que cuando se está verdaderamente solo es el momento de medirse con el yo hegemónico que quiere imponerse en la cohorte de las almas. Y aunque pensó en todo ello no se sintió tranquilo, sintió en cambio una gran nostalgia, no sabría decir de qué, pero una gran nostalgia de una vida pasada y una vida futura". Sostiene Pereira que el café está amargo. Que se sentó a la orilla del mar a ver disolverse la tarde. Sostiene que todos los jefes del mundo están locos, particularmente su Director, tan erguido y con el brazo estirado como salchicha para saludar a alguien de arriba. Sostiene que le duele el corazón, pero que esa tarde se comió ese omelette de finas hierbas, se atragantó en un vaso de oporto, a la espera de la salida del periódico.

«Mi novela posee una dimensión existencial e incluso moral, si se quiere. No se trata de la historia de una mera toma de conciencia ideológica o política, referida a cuestiones abstractas, es sobre todo la narración de una crisis humana que afecta a la esfera ética”, sostiene Tabucchi.

Sostiene Pereira que le conoció un día de verano. Una magnífica jornada veraniega, soleada y aireada, y Lisboa resplandecía. Parece que Pereira se hallaba en la redacción, sin saber qué hacer, el director estaba de vacaciones, él se encontraba en el aprieto de organizar la página cultural, porque el Lisboa contaba ya con una página cultural, y se la habían encomendado a él. Y él, Pereira, reflexionaba sobre la muerte. En aquel hermoso día de verano, con aquella brisa atlántica que acariciaba las copas de los árboles y un sol resplandeciente, y con una ciudad que refulgía, que literalmente refulgía bajo su ventana, y un azul, un azul nunca visto, sostiene Pereira, de una nitidez que casi hería los ojos, él se puso a pensar en la muerte.

Sostiene Pereira que su historia es verdadera. Que es cierto que escribió aquel artículo que unos dijeron era antipatriótico y otros que era extremadamente valeroso. Y que por eso, con el retrato de su esposa en la maleta, debió partir ¿a España? ¿a Francia? Dice Pereira que fue en Francia donde encontró al amigo Tabucchi, que lo interrogó como si quisiera escribir una crónica de sus días pasados, sobre todo de los tiempos de Lisboa.

"La filosofía parece ocuparse sólo de la verdad, pero quizá no diga más que fantasías, y la literatura, que parece ocuparse sólo de fantasías, quizá diga la verdad". Era el veinticinco de julio de mil novecientos treinta y ocho y Lisboa refulgía en el azul de la brisa atlántica, sostiene Pereira.
"Sostiene Pereira que la ciudad parecía estar tomada por la policía, aquella tarde."





Antonio Tabucchi elige temporalmente para Sostiene Pereira el verano de 1938, un año significativo para la Historia porque el peligro se acentúa muy claramente: se hace dudoso el triunfo de la República en la Guerra Civil española, en Italia y Alemania se han consolidado los Estados fascistas y Hitler endurece sus ataques contra la comunidad judía y comienza a construir la Gran Alemania apoderándose de varios territorios europeos (los Sudetes chechos, Austria, ...) logrando además que las potencias europeas atemorizadas, se lo permitan de hecho en la Conferencia de Munich. Se está gestando la Segunda Guerra Mundial y "toda Europa apesta a muerte", como escribe Tabucchi.

Tabucchi muestra las posturas de cada personaje, de tal forma que sea el lector quien lo descubra y no él quien lo cuente. La narración de Tabucchi podríamos resumirla así: un periodista entrado en años y en carnes por su gordura, hipocondriaco, solitario, vive rutinariamente, con sus obsesiones y manías confeccionando las páginas culturales de un periodico católico que se dice independiente; pero los desmanes y crímenes de la dictadura salazarista le llevan a tomar conciencia de la situación y a rebelarse haciendo público un asesinato que la policía política ha llevado a cabo en su domicilio.

“Sostiene Pereira” es un libro que hace ruido a costa de su silencio. Que magnifica a su personaje a costa de hacerlo escaso. "Sostiene Pereira" es una imprescindible reflexión sobre la vida.





La película se abre instrumentalmente y se cierra con el mismo tema cantado por la portuguesa Dulce Pontes, "A briça do coraçao". En esa doble aplicación hay dos intenciones bien diferentes: al comenzar el filme, sirve para ambientar el lugar donde transcurre el argumento, Lisboa, y darle el tono evocador. Cuando acaba, ese mismo fado se ha transformado en un himno reivindicativo, del orgullo y la dignidad del protagonista. Entre ambas, se emplean fragmentos y variaciones del mismo para dramatizarlo, de modo que a lo largo del metraje esa música cambia tanto de intenciones como en su esencia y prepara al espectador para el final.



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