Resulta algo patético escuchar, o leer, a personas que no aparentan padecer ninguna enfermedad, asociando la libertad con la compra de dólares.
Si debo asociar a la libertad con la economía, necesito saber que lo que primero pone en riesgo mi libertad es el acceso al trabajo. Si tengo trabajo empiezo a ser mínimamente libre en este capitalismo mágico; por el contrario, si no lo tengo, mi libertad empieza a desaparecer, a ser un concepto vacío.
En todo caso, es su libertad de acceder a la compra de billetes verdes enfrentada con la mía de poder seguir trabajando.
Aún si algunas personas no pueden comprar dólares siguen teniendo un nivel de libertad claramente más alto que el mío, pero mi libertad comienza a evaporarse si para que ellos puedan comprar sus verdes papeles se pone en riesgo mi empleo.
Nunca nos olvidemos que la primera ley del capitalismo mágico reza que la libertad de las personas es inversamente proporcional a la libertad de los capitales, ni tampoco que tenemos derecho a toda la libertad que nuestro dinero pueda pagar.
No hay más extraño que uno. Es la apariencia de otro quien terminó por frecuentarnos, por aceptar finalmente una invitación reiterada. Me pareció ver a mi sombra cuando le abrí la puerta, justo en el momento en que íbamos a salir. La función había comenzado.
“Adelante. Adelante”. “Te estábamos esperando”, dije yo y ella dijo: “No reconozco a los ingratos” con un curioso temblor en la voz.
(Enrique Linh)
viernes, 24 de enero de 2014
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