jueves, 20 de octubre de 2011

Ay la libertad

El destino de tu libertad, está en el límite de tus pensamientos (dijo Roberto Cimatti).

Aprender a pensar con el corazón me marcó, me cambió. En un sentido creo que me refundó. Estoy convencido de haber cruzado una línea cuando empecé a entender, a comprender qué diferencia hay entre pensar con las entrañas y pensar con el corazón. Es duro, riesgoso, te genera crisis y contradicciones, pero si hay algo que se parezca a la verdad, lo encontraremos en esa dirección.
Si me lo permiten, haré una puntualización, no con el ánimo de polemizar, sino de precisar: uno piensa desde la razón, y esa es la base, dado que sin razón, sin pensamiento, no hay con qué construir.
Pero, me parece que hay 2 caminos posibles en esto: la razón desalmada, sin sentimiento, razón fría, boba como diría Galeano, y la razón desde el centro del alma. Pero a su vez, está última se bifurca en una encrucijada, que hoy vivimos en carne viva: se puede pensar con el corazón o con las entrañas, y ahí la diferencia es que uno con el corazón ama, y con las viseras odia.
Creo, humildemente, que este es el salto que hay que ser capaz de dar, entender que lo que nos permitirá vivir en una sociedad plena y armónica, es empezar a pensar la sociedad juntos y desde el corazón, construir nuestro pensamiento desde el amor.
Puede parecer pueril, pero no lo es.




De pronto entró la Libertad.

Estábamos todos dormidos,
algunos bajo los árboles,
otros sobre los ríos,
algunos más entre el cemento,
otros más bajo la tierra.

De pronto entró la Libertad
con una antorcha en la mano.

Estábamos todos despiertos,
algunos con picos y palas,
otros con una pantalla verde,
algunos más entre libros,
otros más arrastrándose, solos.

De pronto entró la Libertad
con una espada en la mano.

Estábamos todos dormidos,
estábamos todos despiertos
y andaban el amor y el odio
más allá de las calaveras.

De pronto entró la Libertad,
no traía nada en la mano.

La Libertad cerró el puño.
¡Ay! Entonces...

Raúl González Tuñon

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