domingo, 30 de octubre de 2011

Cuando nuestros antitodo nos interpelan

Es interesante usar (en el buen sentido) a los antitodo de nuestras vidas, como antídoto.

Personalmente creo que hay 3 categorías generales en las indignadas declaraciones de nuestros queridos antitodo.

La primera, la que hay que escuchar atentamente y valorar su mirada, es la de hechos reales. Ciertamente en la descripción de indignantes hechos reales hay a su vez 3 subcategorías; a saber: están por un lado aquellos acontecimientos que no son responsabilidad propia ni hay mucho que hacer (se hace lo que se puede), por otro aquellos que no siendo responsabilidad propia de origen francamente se podría intentar hacer algo más para corregirlos (evidentemente aquí hay que valorar oportunidad y posibilidad real), y finalmente aquellos sucesos que a uno también deben indignarlo (con subcategorías propias en las que no convendría extenderse aquí).
Estos últimos (que por cierto son clara minoría en estas indignadas declaraciones, tanto en los antitodo por izquierda como en los antitodo por derecha que nos asolan) nos obligan a afinar el análisis con la necesaria ductilidad, y tener muy claro en cual de las 3 subcategorías ubicarlos, y eventualmente si encajan en ésta última acompañar con entusiasmo (aunque sin alegría) a nuestros antitodos en la indignación.

Claro que hay otras dos categorías principales que afortunadamente suelen ser mayoría, tras las que lamentablemente se esconden habitualmente aquellos hechos que se ajustan a la primera categoría.
Una de ellas, la más dañina, es la que incluye las falacias, las mendacidades, o directamente los delirios. Esta tiene la propiedad detestable de confundirnos, porque nos empuja a la comodidad, a la pereza intelectual, en tanto con frecuencia podemos generalizar todo dentro de esta (asumiendo entonces el rol de sectarios o directamente fanáticos).

Y finalmente está la que nos suele causar gracia, que podríamos describir como cuando se indignan porque tomamos champagne con algún impresentable. Son hechos ciertos pero intrascendentes, banales, superficiales, y sólo los antitodos muy boludos se indignarían del mismo modo si el "error" (o la tontería) lo cometiera algún amigo suyo.

Hay que sacarse la pereza del cuerpo, y entender que si fueran críticas objetivas y sensatas posiblemente no serían antitodo quienes las enuncian. Así que conviene analizar estas críticas en detalle, con honestidad intelectual, sin pereza ante tanta paja (y tan poco trigo), y con independencia de las redundancias o las contradicciones que nuestros queridos antitodo tengan. Porque si uno se esconde mansa y cómodamente en las inconsistencias de sus indignaciones nos puede pasar como a aquel sapo que se durmió y lo llevó la corriente.
Y lo que sería infinitamente peor, que finalmente terminen teniendo razón los antitodo...



La imagen que ilustra la entrada es una fotografía de Gustavo German Cabral sobre un Sapo Buey (Rhinella schneideri, cururú, rococo o kururú) en el Parque Gral San Martin, La Picada, Entre Ríos, en Octubre de 2011.





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