viernes, 8 de marzo de 2013

Para que entres, el corazón se me abre

Cruel descripción de las instituciones del siglo XXI, sobre las que, así como a los cuidadanos de a pié, se aplica la ley fundamental del capitalismo mágico:

"La libertad de las personas es inversamente proporcional a la libertad de los capitales, porque somos todo lo libres que nuestro dinero puede comprar".

Lo que, en estos días intensos para nuestra región, con tantas miradas (algunas nobles, otras miserables) apuntando a la república bolivariana, me recuerda las palabras de González Tuñón (poeta):
"Cuando el pueblo llora, no preguntes por qué: el pueblo sabe".
El pueblo es el que sabe, no los grandes grupos económicos que se dedican entre otras cosas al negocio de la información.

Entonces, me pregunto si celebrar que se murió tu rival político, al que eras incapaz de vencer, como si fuera tu triunfo, sería como celebrar que te dieron por ganado mediante una artimaña leguleya un partido de fútbol que perdiste 6 a 0.
¿Pusilánime es el adjetivo adecuado para estos personajes?

Con este marco conceptual en mente, y pensando en las últimas declaraciones sobre la muerte física de Hugo Chávez, digo que la cuestión que subyace en esto es que, según mi opinión, el progresismo como idea es tan amplio y fútil como algunos pretensiosos frentes. Bajo este rótulo podemos albergar desde posiciones de izquierda sin ambages, hasta quienes son llanamente progres (que sería el caso de nuestro FAP, el español PSOE, y tantos otros que creen ser poetas, y no llegan a bufones).




Para que tú entres, a veces de tristeza, el corazón se me abre. Como una puerta tímida, para que tú entres, el corazón se me abre. Pero tú no vienes, no vuelas más sobre los campos. En vano mi corazón a la ventana de su dolor se asoma. Pasas de largo, como si el viento soplase sólo para allá.
Pasa la mañana y no viene la tarde. Y el corazón se me cierra, como una mano sin nadie, el corazón se me cierra.
(Manuel Scorza)

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