
Hay un coro de niños en esta película, de caras traviesas, que incluso parecen felices, que grita de manera desordenada: “¿Porqué no puedo ser libre como otros niños del mundo?”, y esto me conmovió. Es que uno intenta ensayar una repuesta, y agradece angustiado no tener que darla. Cómo responder mirándoles a los ojos.
Cómo no conmoverse con las historias de quienes quieren vivir, sin más, sólo eso, con simpleza, con mínima alegría, vivir.
Un recuerdo que me agobia: Unos 6000 chicos de 119 escuelas de la Franja de Gaza se lanzaron a la playa de Beit Lahiya con el mismo objetivo: romper el record mundial de barriletes izados simultáneamente. La marca más alta registrada hasta ahora fueron los 967 remontados el año 2008 en Melle-Gronegau, Alemania.
Según el responsable de la agencia de la ONU para los refugiados palestinos, la iniciativa buscaba convertirse “en una expresión de la demanda de libertad de los niños”. Los observadores llegaron a contar 3000 barriletes en el aire al mismo tiempo.
Pero tanto esfuerzo no quedará en la historia: el record no pudo ser verificado por un juez del Libro Guinness, convocado al efecto, por las restricciones impuestas por los israelíes para entrar en Gaza.
¿Por qué? ¿Por qué lo permitimos?
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