miércoles, 17 de febrero de 2010

Meditando acerca del pago de la deuda argentina

Estos últimos días, Fondo del Bicentenario mediante, estoy oyendo hablar mucho sobre la deuda externa argentina. Estaría bien, en esto como en todo, antes de posicionarse, analizar los datos. Lamentablemente muchos toman partido en función de lo mucho o poco que les gusta la cara de quien toma las decisiones.

Ante la deuda externa no tenemos más caminos a seguir que pagar o no pagar, lo que así dicho, incluso parece fácil.

Es verdad que la deuda externa es mayoritariamente ilegítima, ya que entre la última dictadura y el gobierno de Menem se ha estatizado deuda privada y se han financiado transferencias de divisas al exterior mediante la emisión de deuda pública. El historiador Norberto Galasso, quien ha escrito uno de los libros más completos además de documentados sobre la deuda externa argentina, explica también que “ahora es difícil desentrañar la ilicitud de parte de la deuda” y que sucesivos gobiernos le han dado “una especie de legalización” al renegociar sobre ella, aunque dice que de todos modos “hay que investigar los ilícitos”. Sin embargo, aunque suena muy bonito el discurso del no pago, es irreal, no hay ninguna opción de hacerlo. Es evidentemente un discurso pueril, en tanto carece de alguna posibilidad fáctica.

Y por cierto, en el pago de deuda ilegítima en nuestro país tenemos mucha experiencia, desde el primer préstamo de la Baring Brothers Co. hasta nuestros tiempos. Bernardino Rivadavia pensaba usar aquel primer préstamo para hacer el puerto, dar agua corriente en la ciudad y fundar tres pueblos. Las buenas intenciones del primer presidente de la Nación no llegaron a concretarse. De aquel millón de libras que el Estado pactó recibir sólo llegaron 560 mil. El resto quedó en manos de los intermediarios y acreedores, como adelantos de pago. Con ese dinero no se construyó el puerto, y fue dilapidado en gastos improductivos. En 1904 (80 años después), cuando se terminó de pagar esa primera deuda, habíamos abonado 12 veces más de lo que nos prestaron.
Eso para empezar.

Pagar en cambio, es la que más juego de opciones establece. La alternativa de la negociación y de la quita requiere voluntad de pagar, pero independencia de criterios. Eso es lo que hemos venido haciendo como país en los últimos 6 años, en los que hemos avanzado desde el default hasta la actual posición, siendo este período el de menor crecimiento porcentual de la deuda, en tanto sólo ha crecido el 10%, restructuración y cancelaciones de deuda mediante, con lo que se obtuvo una quita del 65 por ciento sobre los 80 mil millones renegociados.

Acerca de esto, hay que decir que los países europeos marcaron, entre los siglos XVI y XVIII inclusive, records de incumplimientos históricos que aún permanecen imbatidos. España encabeza la tabla con 13 defaults, el primero en 1557 y el último en 1882. Sigue Francia en segundo lugar con 8 defaults, entre 1558 y 1788. Luego, y con 6 cada uno, Portugal y Alemania. Tomando el período 1824-2001, la Argentina por su parte puede jactarse de 4 defaults o episodios de restructuración de su deuda. Una cuarta parte de ese tiempo vivió el país en cesación de pagos o en proceso de restructuración de su deuda. En un lapso más corto, que va de 1958 a 2001 los tramos de doce meses con una inflación igual o superior al 40 por ciento abarcaron un 47,2 por ciento del total.
Nada es nuevo bajo el sol, con lo que nuevamente comprobamos que no somos ni mejores ni peores, mal que nos pese.

Las alternativas a la vista son tres.
Podemos pagar desde el presupuesto, ante lo cual previamente habrá que determinar qué partida presupuestaria se recorta. Hay que elegir si se recortan fondos sociales, partidas destinadas a incentivar la producción, en fin, decidir de dónde sale el dinero. Y sería francamente necesario que hablemos en serio, me refiero a que en este tema no podemos dar respuestas infantiles del tipo: “bajar los sueldos a los políticos”, porque este discurso también suena muy bonito como el del no pago, pero es despreciable porcentualmente. Si hay que hacerlo, será por una cuestión ética, y no por motivos prácticos.

Otra alternativa es pedir un nuevo prestamo a una tasa de interés probable del 14%, aumentando insensatamente la deuda, con lo que seguiríamos condicionándonos a las decisiones de los prestamistas, además de hipotecar los futuros presupuestos, con la inevitable poda de partidas presupuestarias que no podrán ir a educación, seguridad, y así de seguido.

La otra es usar una parte de los ahorros, sin debilitarse, y liberando recursos presupuestarios presentes y futuros. Porque para algo esos ahorros han crecido a un ritmo sostenido justamente en estos últimos 6 años, superando en un 40% el record de reservas que hubo en tiempos de la convertibilidad. Concretamente disponer de un 10% aproximadamente de estos recursos para evitar contratar nueva deuda a altas tasas ante vencimientos.

Yo, si de mi casa se tratara, debo decir que elegiría la última opción, que es la más sana. Nunca pagaría mi deuda con el banco quitándole recursos a mi familia, o solicitando dinero a tasas aún más altas, es decir, hipotecando el futuro de los míos, si puedo hacerlo con recursos legítimos, obtenidos gracias a una buena gestión de mi economía familiar. E intentaría, si dispusiera de estos recursos, bajar el costo que sobre mi economía familiar supone mantener esa deuda. ¿O no?




La Belleza
(Luis Eduardo Aute)

Enemigo de la guerra
y su reverso, la medalla,
no propuse otra batalla
que librar al corazón
de ponerse cuerpo a tierra
bajo el paso de una historia
que iba a alzar hasta la gloria
el poder de la razón.

Y ahora que ya no hay trincheras
el combate es la escalera
y el que trepe a lo mas alto
pondrá a salvo su cabeza
aunque se hunda en el asfalto
la belleza.

Míralos como reptiles,
al acecho de la presa,
negociando en cada mesa
maquillajes de ocasión;
siguen todos los railes
que conduzcan a la cumbre
locos, porque nos deslumbre
su parasita ambición.

Antes iban de profetas
y ahora el éxito es su meta;
mercaderes, traficantes,
mas que náusea dan tristeza,
no rozaron ni un instante
la belleza.

Y me hablaron de futuros
fraternales, solidarios,
donde todo lo falsario
acabaría en el pilón.
Y ahora que se cae el muro
ya no somos tan iguales
tanto vendes, tanto vales
"¡Viva la revolución!"

Reivindico el espejismo
de intentar ser uno mismo,
ese viaje hacia la nada
que consiste en la certeza
de encontrar en tu mirada
la belleza.


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