Pese a ser uno de los mejores gobiernos de la turbulenta historia de la República Argentina, en su tiempo fue muy criticado, de manera tan insensata como necia, por una gran parte del pueblo argentino.
Críticas que eran -curiosas coincidencias que registra nuestra historia-, motorizadas por una prensa que no se cansaba de caracterizarlo con arrogancia, cuestionarlo con ensañamiento, invalidar cada uno de sus actos de gobierno, y relatar lo “desastrosa, ineficaz, lenta y torpe” que era su gestión.
Críticas que, naturalmente, escondían la defensa de intereses económicos muy poderosos que fueron tocados por dicha gestión, y que, como si fuera hoy, no estaban basadas en los datos duros de la realidad económica ni la política, los que eran ciertamente muchísimo menos cuestionables.
Esta esquizofrénica actitud para con el gobierno de Don Arturo Umberto Illia, se me antoja una curiosa coincidencia de la historia.
Relata Hugo Gambini en una nota sobre Don Arturo escrita en La Nación:
Los radicales siempre se sintieron víctimas de una campaña orquestada para derrocarlos y tal vez tengan razón, pero a mí me tocó navegar dentro del buque de guerra que más bombardeaba al gobierno y aun así tengo una visión diferente. Habiendo integrado la inolvidable redacción de Primera Plana y conocido muy bien a todos sus tripulantes -sobre todo a la oficialidad-, me atrevo a afirmar que la artillería descargada contra Illia respondía más a una actitud de soberbia y de inmadurez profesional que de intención conspirativa. Es que en aquella brillante revista se respiraba el típico aire de superioridad que suele prevalecer en los medios exitosos y que suele obnubilar a los periodistas, haciéndonos creer muchas veces que somos más importantes que los protagonistas de los sucesos. Fui testigo de ese esnobismo enraizado en Primera Plana, donde una generación de intelectuales que sobresalían por su talento -y a quienes les agradezco el haber recibido una formación profesional de primera calidad- era envidiada por todos los colegas. En ese ámbito, naturalmente Illia debía ser fácil motivo de burlas y su gobierno objeto de constantes impugnaciones, aunque estuviera resolviendo la construcción del complejo Chocón-Cerros Colorados, aunque se negase a enviar tropas a Santo Domingo como quería Estados Unidos, aunque implantara el salario mínimo, vital y móvil, aunque defendiera el Estatuto del Docente y aunque destinara la cuarta parte del presupuesto a la educación. Nada de eso parecía meritorio. Resultaba más divertido ironizar con la esposa del presidente y producir una nota tilinga sobre los modestos hábitos de vida matrimoniales en Cruz del Eje.
Nunca olvidaré que la única opinión disonante era la de Osiris Troiani, de quien se mofaban porque defendía a Illia. Hasta que en una fuerte discusión levantó la voz: "¿Ustedes no se dan cuenta de que están serruchando la rama del árbol donde están sentados? ¡Después que lo echen a este viejo, los fascistas van a venir aquí a cerrar esta revista!".
Pienso, y no hay que realizar complejos malabarismos intelectuales para saber por qué, que las copias nunca son respetables, pero es que algunas son patéticamente pretenciosas.
Lo que me lleva de manera vertiginosa a cómo recordaba a Don Arturo el inmenso Tato Bores, con sincero y justificado sentimiento de culpa. El único Tato que se ganó con elegancia que lo recordemos con alegría.
Tú no puedes quererme: estás alta, ¡qué arriba!
Y para consolarme me envías sombras, copias retratos, simulacros, todos tan parecidos como si fueses tú.
Entre figuraciones vivo, de ti, sin ti.
(Pedro Salinas)
jueves, 7 de junio de 2012
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Si después de los casi 50 años transcurridos desde que el Dr. Illia fuera depuesto, si a pesar de los cambios tecnológicos y sociales, si a pesar de la notoria caida de máscaras de la que hemos sido testigos los últimos años, aún resulta trabajosa la tarea de desbrozar la tupida maleza de las diarias mentiras, imaginate lo que sucedía al principio de los 60s.
ResponderEliminar* Un partido mayoritario PROSCRIPTO desde 1955 y, por ende, sin representantes políticos.
* Una situación económica, al menos en las zonas urbanas, bastante aceptable.
* Una variopinta hiperactividad cultural y artística, mezcla de happening, talento, desparpajo y diseño alocado.
* Una escasa actividad y militancia política, especialmente por parte de la juventud.
Recién algo más tarde comenzó a haber cierta toma de conciencia de los abusos y arbitrariedades del onganiato que culminaron con la célebre bisagra nacional denominada "Cordobazo".
Demasiado desvalido estaba el bueno del Dr. Illia, a pesar de su gestión decente y patriótica.
¿Los medios? Bien, gracias.
Saludos
Tilo, 71 años
Gracias por la visita Tilo.
EliminarUn abrazo!