miércoles, 6 de junio de 2012

La repetición que nos atemoriza

“Ningún tirano haría progresos si no hubieren malvados que conducidos por el egoísmo y arrastrados por el torrente de la pasiones antisociales, no sirviesen de apoyo al trono erigido por los déspotas entre las ruinas de la virtud y derechos más augustos del hombre”.
(Juan José Castelli)


Cuando debato con amigos que no hacen balances positivos del gobierno, lo que invariablemente compruebo es que no es que ellos ven el vaso medio vacío, es que no se informan. Sólo reciben una parte de la información, entonces cuestionan desde el prejuicio. Me doy cuenta que yo leo lo mismo que ellos leen, pero ellos en cambio no leen lo mismo que yo leo.

Cuando digo que hago balances positivos, es porque pongo en una columna todo lo que va bien, en la otra todo lo que va mal, y el saldo me da a favor (mucho o poco, no es el punto, y es variable). Entonces, decía, cuando debato con ellos, me relatan sólo lo que yo pongo en la columna del debe (en general exagerándolo, también es verdad), pero es que la columna del haber no la conocen. No es que la niegan, o se niegen a verla, es que, además de abusar del argumento ad hominem y otras falacias, directamente no conocen la realidad de manera completa.

Un amigo querido, sensato, lúcido, que me cuestionaba la lectura de Página/12 porque según él era obsecuente con el gobierno, al final me confesó que él no lo leía.
Entonces le pregunté cómo tenía valor para decir que "el otro" es dogmático, cuando yo me informo leyendo La Nación y Página/12 (además de una lista enorme de otros medios que no eran eje de la cuestión), a diferencia de él que sólo lo hace mediante La Nación.

Hay allí un problema de honestidad intelectual, no ya un problema de visión. Y supongo que en en esta deshonestidad se basa el porqué se empeñan en establecer un discurso en mí que yo no tengo. Necesitan que yo sea ése que ellos creen que soy para su composición parcial de la realidad.

Otra cosa muy diferente son esas peligrosas hordas violentas de irracionales homínidos, que como sucede con todos los cobardes en patota se sienten más valientes y son mucho más peligrosos, y que no tienen nada que envidiarle a los borrachos del tablón, o a delincuentes sociales de similar calaña.
Lo que más me atemoriza es a mi vuelta a Buenos Aires encontrarme con ellos en la calle, o iniciar una discusión en un bar o en una oficina, porque sé que son personas sin límites éticos.

Asumir la propia opinión implica el riesgo de equivocarte, lo que significa exponerte a un riesgo. Equivale al espanto de asumir el riesgo de comprometerse en una gestión y dejar expuesta la pureza intelectual. Todos somos técnicos geniales con el diario del lunes en la mano, otra cosa es plantarte en la cancha y jugar el partido.
Pero todos de un modo u otro padecemos las mismas taras.




Sólo morirás una vez, eso es lo único que no podrá repetirse, pero la vida es una continua repetición. Te ha de dar todavía muchas ocasiones de equivocarte, y tú has de llegar aún a acertar con el buen momento, que el mundo te ha de volver a brindar como te lo ha brindado ya tantas veces.
¿Dices que estás solo? No es mirándote al espejo como encontrarás compañía.

(Vicente Gaos)

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