Juan Carlos Combres (Landrú) tenía una tía llamada Cora. La tía Cora.
Landrú decidió convertirla no sólo en un personaje, sino que la puso a la altura de los grandes mitos argentinos, dándole el título de una revista que se constituyó en una bisagra en el humor gráfico argentino, Tía Vicenta.
La tía Cora tenía como particularidad hablar como si supiera de las cosas de las que no tenía ni idea. Sobre todo cuando opinaba de política.
La Tia Vicenta es un exponente, un reflejo, de algunos hombres y también de algunas mujeres cuya característica principal es la de “parecer”. Tiene mucho que ver con la apariencia, con lo que queda plasmado, con lo exterior. Con lo que hoy podríamos llamar “la imagen”.
No hace falta ser gorda, ni ser mujer, para ser una señora gorda.
No cabe duda que su creador, Landrú, (proveniente de una familia tradicional de la provincia de Córdoba) pudo tener una mirada más que crítica cuando dibujó y la hizo hablar a la señora Gorda.
Landrú es un humorista urbano y específicamente porteño. Creó, además de la señora gorda, personajes importantes como El señor Porcel, un discutidor delirante, Rogelio, el hombre que razonaba demasiado o el Señor Cateura, un monstruo que le daba a su hijo patadas en la encía.
Una señora Gorda de barrio Norte puede perfectamente vivir en Caballito, pero viaja hasta Palermo para ir de Shopping a Alto Palermo. ¿por qué?. Porque queda bien.
Porque es más fino. La señora Gorda es capaz de comprar en Vitamina una prenda y después usar la bolsa de Vitamina para poner otra prenda que no es de Vitamina.
Una señora Gorda, puede ser un joven, un muchacho de menos de 30 que repite como un loro que “si no te dejan comprar dólares esto es una dictadura”. Una señora gorda a veces exagera, sabiendo que exagera, cuando cuenta que pagó el kilo de pan 10 pesos, cuando realmente pagó 7.50, pero esta “mentirita” le sirve incriminar al gobierno, a quién odia, pero especialmente a su presidenta.
Landrú tenía una especial antena para detectar las conductas falsas, disfrazadas de la clase media. Fue famoso una especie de diccionario que manejaba Landrú para establecer que era lo “in y lo out”. La clase media que leía Tía Vicenta seguía al pie de la letra esas reglas.
El que decía “rojo” era mersa. Lo “in” era decir “colorado”. Los “in” tenían a la noche “una comida”, mientras que los mersas, iban a una “cena”. Nadie en los 70 se cortaba el “cabello”, sino “el pelo”. Los pibes de esa época podían tener o no tener “cuarto”, pero jamás “pieza” y mucho menos “zapie”. Para Héctor Cavallero, me acuerdo bien, un traje llevaba 3 metros de “género”, jamás de “tela”.
Una manera de detectar “grasas” o “mersas” era justamente prestar atención a las personas que usaban en pocas frases muchas palabras “In”. Justamente eso era considerado un signo evidente de “grasitud”.
No hay nada más mersa que querer hacerse el fino. Eso era la contra regla que no todos sabían.
Juan José Sebreli, simultáneamente con Landrú, se ocupaba en su Best Seller Buenios Aires Vida Cotidiana y Alienación, de temas muy similares, pero en lugar de hacerlo desde el humor, lo refería desde la sociología urbana.
En el prólogo a la última y reciente edición de Buenos Aires, Sebreli, aclara y redefine varios aspectos de sus intenciones e ideas de su obra más vendida y difundida. En primer lugar corrige expresiones de su juventud marxista y maoísta y se adelanta en reconocer “pecados de juventud”. Sin embargo, Sebreli sabe que su libro fue fuente de cientos de textos, sobre todo, en lo referente a los “secretos” de la clase alta y media alta, como así también, los tics del lenguaje, lugares de encuentro y aspectos que hacen a la entonación, la manera de hablar, el modo de relacionarse.
Podrán cambiar de nombre pero no de conducta. Landrú inventó a María Belén y a su prima mersa, Mirna Delma, para contribuir a catalogar a los jóvenes como in vs out o finos vs mersas. En los 60/70 era tomado en cuenta la denominación de las personas y las cosas, de tal manera, que era mersa decir mersa, por lo tanto los no mersas inventaron que a los mersas “la gente como uno” (Landrú) debía llamarlos “caches”.
Decir algo “cache”, o ser “cache”, muchas veces podía significar no obtener un empleo, o perderlo.
Emilio Bertoni, un líder de los llamados “Cazadores de Cabezas” de esa época, advertía que en las entrevistas podía significar la caída de un empleo de USD 2.500 (suma muy importante para la época) decir que invitaba a una “cena” en su casa, en lugar de invitar a una “comida” en su casa.
Rubén Maril, destacado creativo y publicitario de esa época (1965-1985), hijo de un futbolista de primera división, Juan José Maril (el primero a la derecha en la foto), junto a Vicente de la Matta, durante su primera época de redactor publicitario, ocultaba su origen de ser hijo de un jugador de fútbol. La publicidad no era ajena a ese tipo de discriminación.
Años después, cuando ya Rubén era un destacado Director Creativo y posteriormente un empresario de la publicidad y, también, muchos años de análisis, pudo enmarcar una foto de su famoso papá y ponerla en una pared de su oficina.
La clase media argentina desciende de los barcos. Italianos, españoles, polacos, rusos, alemanes entre otros, lograron la llamada fusión de razas. Para algunos, base de progreso a partir del esfuerzo del trabajo. Para otros, una mezcla de culturas que generó un prototipo que se caracteriza por ser simultáneamente simpático, locuaz, soberbio o fanfarrón, holgazán, hábil o vivo.
¿Es así?. La señora Gorda de Landrú, el fanfarrón argentino para la mirada de otros latinoamericanos, el compadrito porteño de Calé del Rico Tipo de los 50, Falluteli, Pura Pinta, Avivato. El Indio Patoruzú, Isidorito, el Coronel Cañones, Upa, ¿son radiografías que sintetizan esa identidad porteña que caracteriza o caracterizaba a distintos sectores sociales de la Argentina?
Señora Gorda (De la serie Clase Media), de Marcelo Cosin
Los trabajadores que se niegan como tales, y se pretenden clases medias, no son un mal exclusivamente argentino, aunque es posible que seamos paradigmáticos modelos en esta actitud.
Ahora es cuando entro en la partida, ahora es cuando juego mi baza y abro mi camisa. Ahora, cuando la noche vino a encamar al hombre del smoking y la señora del collar y el traje supercaro es una prostituta, ahora que las acciones duermen en la banca y el sereno es un búho taciturno.
Vedme bajar del humo de un cigarro o del perfume de un frasco Made in France que se ha quedado abierto en la consola.
(Enrique García Trinidad)
miércoles, 27 de junio de 2012
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