sábado, 9 de junio de 2012

De dólares, dolores, babeles, verdades y realidades

Para comenzar esta semblanza, voy a contar dos anécdotas. Las anécdotas no sirven para definir una posición, pese a que esto se ha generalizado como creencia, pero sí resultan válidas para contextualizar.
Primera: ante su consulta le explico a un amigo gallego el motivo que encabeza la respetable (además de violenta e irracional) protesta de este tan minoritario como pujante sector de la sociedad argentina.
Respuesta de mi amigo: -¿Qué? ¿Comprar dólares? Y para qué coño quieren comprar dólares si los propios norteamericanos ahorran en oro.
Segunda: El año pasado mi hija fue a Brighton, una cuidad cercana a Londres, para estudiar inglés durante tres semanas, gracias a una beca de intercambio de la Unión Europea. Con la idea de que lleve encima algo de efectivo, quisimos comprarle algunas libras (llevaba tarjeta, de modo que eran pocas). Tuvimos que ir a la sede central del banco, porque era el único sitio dónde éstas se vendían, y para que puedan vendernos tuvimos que llenar un formulario declarando para qué las requería. Evidentemente quedo registrado automáticamente en nuestra declaración de impuestos. Nada grave, es cierto. Tampoco es grave que esto suceda, por fin, en Argentina.

Francamente, referenciar cada debate al enrolamiento de cada ponente en el oficialismo o la en la oposición, deviene inevitablemente en algo demasiado restrictivo. Yo personalmente hago balances positivos de la actual gestión de gobierno, lo he dejado claro. Pero esto, pese a que algunos impregnados de dogmatismo insistan, no me convierte en oficialista, porque para hacer balances tengo que, para comenzar, disponer de toda la información de modo de poder decidir qué es lo que pongo en el debe y qué en el haber.
Pensemos con tranquilidad de ánimo: si pongo todo en el haber o todo en el debe, ¿en qué me convierto, en oficialista o en opositor? Nada de eso, me convierto sin dudas en un necio, también en un insensato.

Sé que los violentos e irracionales personajes que salieron con sus relucientes cacerolas en estos días en defensa de sus personalísimos intereses, no representan a quienes hacen balances negativos de este gobierno, porque sé que los hay sensatos y lúcidos en este grupo. Desde mi punto de vista equivocados, pero resulta que cuando se hacen este tipo de balances, la ponderación es sin dudas subjetiva.
Escuchar a estos imbéciles caceroleros gritar "se va a acabar, la dictadura de los K" causa tristeza. Que alguien confunda alguna "restricción económica" con "falta de libertad" más que tristeza da vergüenza ajena. Cuando lo maravilloso del momento es, precisamente, que todo se resuelve en democracia: golpean cacerolas y no las puertas de los cuarteles. Al final decidirán las urnas, afortunadamente.

Vayamos al tema estrella del momento (pese a no merecerlo), y que no tiene nada que ver con la libertad. Nadie en su sano juicio puede hablar de afectación de la libertad. En todo caso podríamos afirmar que es una exageración que parte de una necesidad objetiva.

Analicemos la cuestión (a partir de la información y no de los prejuicios):
¿Cuál es el origen de la medida que afecta la compra de divisas extranjeras?
Se necesitan dólares para enfrentar pagos de deudas contraídas en otras épocas (gloriosas para estos caceroleros, justamente).
¿Cómo los obtenemos?
O de la balanza comercial, o del ahorro del estado (las reservas), o del crédito internacional.
¿Cuál es la peor opción?
Claramente del crédito internacional.
¿Porqué?
Por dos motivos:
Primero porque endeudarse es malo: afecta los presupuestos futuros.
Segundo porque sería irresponsable asumirlas con las tasas usurarías (más por ideología que por riesgo) que deberían enfrentar los futuros presupuestos.
Entonces qué opción nos queda: reservas o balanza.
Se elige un mix entre ambos. Como el alto crecimiento trae aparejado como contrapartida el también alto crecimiento de las importaciones, la balanza comercial se achica, entonces estas medidas son parches para el mientras tanto.
Mientras tanto se sustituyen importaciones, nos libramos de deudas heredadas, se disminuye la demanda de divisas para ahorro constituyendo otras herramientas válidas, se desarrollan nuevos mercados con el paradigma del comercio Sur-Sur, se establece como moneda estándar para el mercado inmobiliario la misma con la que se producen los bienes de intercambio de dicho mercado.
Las podemos considerar exageradas, contraproducentes, podemos incluso y con todo derecho (faltaría más) preferir la irresponsabilidad del endeudamiento, pero nadie puede decir que se afectan libertades. En todo caso, afectarían libertades personales no establecerlas porque todo lo que signifique apostar a menos actividad, que es la alternativa, digámoslo con claridad, dado que menos actividad reduce el crecimiento lo que disminuye las importaciones lo que incrementa el saldo de la balanza, significa que más gente se queda sin la mínima libertad que les otorga un salario.

Nadie debe olvidar nunca que vivimos bajo el régimen capitalista, y en el capitalismo mágico la libertad de las personas es inversamente proporcional a la libertad de los capitales. Porque somos todo lo libres que nuestro dinero puede pagar.
Los ajustes europeos no son gratuitos, los paga la ciudadanía a costa de su libertad. Nunca hay que perder la perspectiva, ya que nada es gratis.
Tampoco debemos perder de vista que lo poco o mucho que se hizo en Argentina en está última década, se hizo a pulmón, en tanto no nos fue posible recurrir al crédito internacional. Debo decir que es una maldición que agradezco. Sin embargo tengo claro que, dada la histórica histeria de una importante parte de la sociedad argentina (la que tiene los mejores altavoces), ésta se vuelve peligrosa cuando la falta de crédito nos quita cintura como en esta coyuntura, porque los flujos son flujos, no son constantes.

Al final, luego de desmenuzar cada tema banal con que nos quieren hacer perder de vista la cuestión fundamental (lo que realmente está en discusión: qué intereses se afectan y cuáles no en las decisiones económicas), podemos concluir que el único problema real que existe en Argentina, y que afecta a los eternos perdedores de nuestra sociedad, es la inflación. Atacarla sin afectar la generación de empleo y la capacidad de compra del salario, algo que es fácil enunciar pero tremendamente difícil concretar, es lo único que debería preocuparnos.
También está todo lo encuadrado en la categoría de "lo que falta": en lo que directamente no se avanzó, o se avanzó poco, o sin decisión. Pero estos no son técnicamente problemas de la coyuntura a resolver.

No son más que miradas diferentes, subjetivas como las que más. La realidad las permite todas, y todas son válidas, esto tampoco hay que olvidarlo. Claro, que si no abrevo en todas las miradas, no sabré cuán equivocada o acertada es la propia; mirada que sería conveniente esté basada en datos duros; y recordar que datos no es el plurar ni de anécdota, ni de conjetura, ni de sospecha, y mucho menos de prejuicio.

Lo que sí afirmaré es que veo mucho dogmatismo en algunos amigos y compañeros de ruta. Quizá por eso hubo tantas agresiones físicas en estas manifestaciones hacia determinados profesionales del periodismo, porque se presupone que piensan diferente, precisamente por parte de quienes fabulan que nos gobierna la cruel líder de la atroz dictadura totalitaria de los malignos hombres K.
Vuelvo prevenido ante eso, deben saber que tengo filtro anti-fanatismo de fábrica.






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