El problema más importante de Argentina es el mismo de todos los países del mundo: nadie quiere pagar impuestos. Al estado se le reclama que se ocupe de sus obligaciones, y aún así se indignan cuando requiere la obtención de recursos mediante impuestos para cumplir con ellas. En Europa está empezando a pasar: los estados empiezan a achicarse. Esto, pese a la evidencia de que la crisis golpea con más fuerza a los estados que menos recaudan. Que curiosamente son los que destruyen con más entusiasmo el estado del bienestar, y son los que más rápido se están degradando.
(En Europa, como sus beneficiarios son rubios y guapos, se conoce como el Estado del bienestar lo que en Argentina algunos insensatos llaman Los subsidios para vagos que pagan los giles, básicamente porque, como todo el mundo sabe, sus principales beneficiarios son feos, sucios y malos. Constituyendo una de esas inexplicables medianías y otras levedades de nuestro ser; o no.)
En Argentina a la posibilidad de cometer delitos económicos alguna gente la confunde con la libertad. Es posible que estemos hablando de los mismos. Ciertamente, tal como a los delincuentes económicos les pasa con la comisión de sus delitos, también los delincuentes sexuales creen tener derecho a la libertad de cometerlos. Deberían viajar a Europa e intentar cometer esos mismos delitos económicos, a ver cómo les va. Algunos, barrunto, necesitan un túnel del tiempo, viajar un poco y refrescarse la cabeza.
Nadie debería olvidar cuando realiza estos análisis que el mundo se cae a pedazos, y Argentina está absolutamente vinculada a él, encadenada a ese mundo global. Es inevitable que si se venía creciendo a un promedio del 8% anual, ahora la tendencia sea a que ese crecimiento baje al 4% o al 5%. Desde que en 2008 el mundo estalló luego de lo de Lehman Brothers, la tendencia es a la desaceleración. Claro que mientras el "mundo desarrollado" está estancado, o directamente en recesión (media Europa), las economía emergentes (como ahora las llaman) disminuyen el ritmo de crecimiento.
La cuestión del dólar es coyuntural en la Argentina de hoy. En agosto, luego de liquidados el Boden y las divisas producto de las inversiones en Vaca Muerta la cuestión del dólar se habrá evaporado. La cuestión del ahorro, es otro tema. En Argentina por cuestiones culturales (históricas y desde un punto de vista atendibles) se ahorra en dólares. Normalmente no hay demasiados problemas, pero por los próximos meses sí. Siempre pende sobre nuestras cabezas que todo lo que se hizo en esta década fue sin acceso al crédito internacional, todo a pulmón como dice la canción, y eso tiene mucho mérito y beneficios, pero todo lo que tiene de bueno también lo tiene de malo ya que nuestra cintura se limita mucho, y con la histeria tradicional de una parte de la sociedad argentina (la que dispone de los mejores altavoces) eso es un enorme peligro.
Personalmente celebro que se ponga mucho más dura la cuestión fiscal (aunque como mucho de lo que hace el actual gobierno sea más por necesidad que por convicción), porque esto es algo muy necesario y que excede de largo a la coyuntura. Y es que hay otra cuestión cultural arraigada en nuestros entrañables indignados, que es la infamia de la evasión fiscal. Y la risible situación de que los mismos que no aportan al fisco, reclaman que el estado no funciona. Como si en Europa los estados funcionaran sin recaudación fiscal. Como si no fueran precisamente los estados con menor recaudación fiscal (los PIIGS) aquellos más afectados por la criris derivada de la quiebra de Lehman Brother, que aún sigue su camino en espiral, cuyas consecuencias es evidente que en algo tienen que repercutir en Argentina. Porque tenemos que tener claro que, por más que algunos insensatos insistan, no está aislada del mundo (más quisiéramos), está profundamente interconectada con el mundo global, para lo bueno, y para lo malo.
La cuestión, se me antoja, termina siendo una cuestión de números, de modo que conviene determinar acerca de quién gana y quién pierde. Para evitar la simplificación, veamos quién sale ganando si el dólar termina rápidamente arriba de los 5 pesos como quieren los que comandan este ataque especulativo que usa el dólar ilegal como medio. Convengamos que suena extraño que el gobierno no quiera que el dólar suba, por caso, a 6 pesos, si fuera cierto ese prejuicio simplista y extendido que alega que el estado no tiene fondos y necesita con desesperación hacer caja por aquí y por allá. Entonces debemos tener claro que si no seguimos con la mecánica de la devaluación controlada como hasta ahora, los perjudicados serán los asalariados, la gente sencilla que vive de su trabajo, y se beneficiarían principalmente quienes basan su economía en el mercado exterior (por ejemplo "la gente del campo", que suenan curiosamente mucho en las noticias de estos días).
Debo decir que me causa gracia, o no, dicho sea de paso, que algunos amigos y compañeros de ruta (gente sensata, lúcida, inteligente, puedo extender la lista de adjetivos positivos) se entusiasman con incomprensible alegría dos o tres veces al año cuando desde los medios de comunicación propiedad de esos grupos económicos que entre otras cosas se dedican al negocio de la información les venden la insensata ilusión de que todo va a explotar, porque creen que si todo vuela por los aires el gobierno nacional también lo hará, sin pensar que ellos están dentro de lo que explotará. Esta vez tampoco se les cumplirá el deseo. Espero que (y a diferencia del cuento del pastor y el lobo) el día que tengan razón, estemos lo suficientemente despiertos y lúcidos como para verlo.
Sospecho que la impotencia de no poder golpear la puerta de los cuarteles para que la democracia no se encause en contra de sus personales intereses, lleva a violentas e intensas minorías a golpear a los cronistas de esa realidad que odian, además de a sus relucientes cacerolas. Y me pregunto una vez más: ¿Quién genera la crispación? Quien propone el cambio o quien lo resiste, quien ejerce la democracia o quien la resiste.
Serán conscientes estas intensas minorías que se pretenden el único todo válido y tienen la insólita creencia de que sus intereses personales son los únicos respetables, que quien insulta y ejerce violencia sobre el diferente está reconociendo que carece de capacidad para imponer su razón. También me pregunto si en una democracia hay acaso otro método mejor que el debate, y finalmente, si fuera el caso de que éste no zanje la cuestión, el ejercicio del voto.
Quizá, con estas violentas actitudes, con la intolerancia y la negación del otro, del diferente, lo que reconocen finalmente es que la democracia no les sirve, que el poder militar ya no puede salir en defensa de sus intereses, y el poder mediático tampoco, y la revelación de esa realidad los rebela.
De todos modos, sería bueno que todos nos relajemos, porque luego de Agosto el tema estrella de indignación de la clase media (que dijera Daniel Cézare, no Mario Benedetti) se evaporará. Esperemos a ver cuál será el siguiente apocalipsis fallido.
(Y pensar que algunos critican a los mayas.)
A veces siento que cuando se debate, se debaten debates anteriores, y que no me incluyen. Sinceramente deseo que para variar, alguna vez el debate sea más bien sobre qué, cómo y porqué, y no tanto sobre quién.
Fuera de mí, en el espacio, errante, la música doliente de un vals; en mí, profundamente en mi ser, la música doliente de tu cuerpo; y en todo, viviendo el instante de todas las cosas, la música de la noche iluminada. El ritmo de tu cuerpo en mi cuerpo... El giro suave del vals lejano, indeciso... Mis ojos bebiendo tus ojos, tu rostro. Y el deseo de llorar que viene de todas las cosas.
Vinicius de Moraes
sábado, 2 de junio de 2012
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