miércoles, 13 de junio de 2012

Levantaré mi copa de moscato, y le cantaré a tu ausencia

Es hermosa esta noche de verano,
aunque no más hermosa
que cualquier otra noche de verano.
Es hermosa esta noche en que estoy solo,
y fumo, y he dejado
en penumbra la casa mientras suena
un dulce y triste blues,
un blues tan triste y dulce como otros.
Nada en mí, ni en la noche, ni en la música,
se diría especial, y sin embargo
existe algo muy hondo en esas cosas
que parecen sencillas:
una extraña grandeza que no acaba
de ser exaltación, tragedia, paz,
pero que es todo eso, y es también
un sentir claramente
que para que esto ocurra ha sido necesario
apurar estos años, acumular recuerdos,
haber ganado
y haber perdido tantas cosas.
Para que este piano suene así,
para temblar así con esta música,
ha sido necesario
ir llenándola poco a poco
de belleza y de daño, ir llenándola
con nuestra propia vida, para que se parezca
a nuestra propia vida, y suene así:
tan insignificante
y tan grande, tan triste, tan hermosa.

"Maneras de escuchar un blues", de Vicente Gallego.




Y nos cantaba Adrián Otero, al oído, desde su corazón, con ese tono caliente que tenía su garganta:

"Las luces se encienden, en calle Corrientes,
se llena de gente, que viene y que va,
salen del cine, ríen y lloran,
se aman, se pelean, se vuelven a amar
...y en la Universal, fin de la noche,
moscato, pizza y fainá, moscato y pizza."



¿Cuántas veces habremos cantado esto, juntos, con mi hija?
En casa, en el auto, caminando por la calle, en alguna plaza.
Nos encantaba cantarla juntos. Nos sigue encantando, literalmente.

Caminaremos por Corrientes, de la mano: mi hija, mi mujer y yo.
Nos comeremos una pizza con fainá, y la acompañaremos con un moscato.
En tu honor, Adrián.



¿Qué hacer cuando un mal aire de tristeza la envuelva igual que un maleficio?
¿Qué hará bajo el otoño si el aire huele a humo y a pólvora y a besos?
¿Qué hacer? ¿Qué hará?
Preguntas a un azar que ya tiene las suertes repartidas.







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