miércoles, 20 de junio de 2012

Recordando aquellos tiempos angoleños

En el climax de la cuestión Angola, escribí un artículo, que finalizaba con la siguiente reflexión:

"No revindico al gobierno de Angola, cómo podría aprobar o cuestionar una realidad que desconozco en sus detalles, si ya se me hace difícil revindicar, o no, el argentino. Sin embargo me parece absolutamente defendible la intensión de hacer pie en África, con decisión, porque nos abre una muy interesante puerta para hacer negocios allí. Y nadie debe perder de vista que la clave de nuestro futuro es seguir intensificando el camino del comercio Sur-Sur, y el del capitalismo de estado."


Pasó el tiempo. Nos olvidamos del tema.

Sin embargo hoy lo recuerdo dado que estuve viendo un más que interesante programa periodístico en el canal de TDT del grupo La Voz de Galicia en el que hablan con tres invitados sobre Grecia, Irlanda y Portugal, en el marco de la amenaza de intervención de la economía española por parte de la Unión Europea.

Cada uno de los invitados describe la realidad de su país, y cuando el portugués describe la situación en Portugal, comenta que muchos están emigrando, particularmente jóvenes profesionales formados, y entre los destinos elegidos incluye a Angola.
Entonces la periodista gallega lo destaca remarcando cómo se ha invertido la cuestión económica, resaltando el hecho de que allí (en Angola) las cosas están muchísimo mejor, lo que motiva que muchas empresas portuguesas están buscando allí oportunidades.


Nada importante, pero hace poco la mediocridad argenta estuvo escandalizada por la búsqueda del estado argentino de mercados allí (apoyando a privados en la tarea), y despreciaba (demostrando ignorancia) la economía angoleña en particular, y la africana en general.


La imagen corresponde a la obra "Mae Negra", del artista angoleño Marcos N'Tangu.




Yo trepaba la pendiente y me detenía frente a esa boca, una oquedad donde el viento se huracanaba, y escuchaba murmullos, palabras que se formaban a medias y luego, sin decir nada, se diluían. Nunca hubo una frase clara. La boca como un oráculo piadoso trababa sus propias frases ante el niño: lo sé ahora y le agradezco la vida ciega.
(José Watanabe)

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